Capítulo 2

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—«...entonces lo abrazó, y supo que no podía estar mintiendo. El rápido latir de ambos corazones era prueba irrefutable de que se pertenecían el uno al otro. Cerró sus ojos, aspiró su aroma, ese dulce aroma que le traía paz y seguridad a la vez que le generaba un cálido sentimiento en el pecho y se dejó ir, dejando atrás cada atadura que le mantuvo cautiva hasta entonces.» —Aquellos ojos grises mantenían la vista fija en aquel bosque. El sonido de los pájaros y las hojas de los árboles siendo mecidas por el viento adornaba perfectamente la muestra de afecto frente a él. Tan pronto llegó al final y cerró el libro el pasto bajo sus pies y el afectuoso abrazo de los enamorados se desvaneció, dejándolo sin reacción por unos leves segundos.

Había terminado, aquella historia de amor imposible que siguió desde sus inicios había llegado a su fin de improviso, sin avisar ni dar advertencia. Varios cabos sueltos quedaron rondando la mente del narrador, quien se sentía tentado en sumergirse de nuevo en aquella narrativa para poder observar mejor el comportamiento de los protagonistas. Pero nada iba a cambiar, nada resolvería sus dudas con observar todo otra vez. Tenía una sensación de angustia y ansiedad, como si quisiese advertirles de los peligros que vendrían en un futuro que nadie les escribió. Pero nada se podía hacer, todos simplemente se habían esfumado, dejándolo con la palabra entre los labios.

Cabizbajo, volvió a dirigir su mirada al libro frente a él. Había sido su único compañero y cómplice, su único testigo de que las historias vistas frente a él son reales y que él mismo lo es también. Sería lo más cercano a un amigo que tendría jamás.

Tomó sus páginas y las pasó con rapidez, recordando en cada mundo en el que había estado presente. En su mente pensó entonces que ser un narrador a veces no podía ser tan malo. Había conocido las historias más preciosas, llenas de amores hermosos, melancólicos momentos, misterios en el aire, y personas maravillosas. Su vista posó en la portada de aquella novela que acababa de finalizar hace escasos minutos atrás. El nombre debajo del título era el nombre de un personaje que no aparecía en ningún momento, pero existía y el libro allí presente era prueba irrefutable de aquello; el autor. ¿Qué es un autor? Es el creador de una novela, de un mundo hecho con sus manos a semejanza del suyo, reflejando su mente y alma en éste, dando todo de si por crearlo, como si fuese un padre. Pero, ¿existen en realidad? El Narrador jamás en su vida había visto alguno con sus propios ojos. ¿El mundo detrás del libro tan llamado "mundo real" lo es realmente? ¿Si lo es, qué es él exactamente? ¿Algo abstracto? ¿Algo imposible? Cerró los ojos un momento e intentó imaginarlo. ¿serían todos iguales? ¿Variaría la edad, el cabello, la sonrisa, la forma de ser y de pensar? ¿Alguno de ellos se asemejaría a él? Abrió sus ojos y posó sus manos de vuelta en aquel libro, hojeándolo hasta detenerse en una autobiografía. Éstas eran historias supuestamente reales que contaban la historia de aquellos autores, la mayoría de ellos bastante mayores o ya difuntos.

Una idea se cruzó por su mente y no le dejó en paz; si los autores son reales, y son quienes crean aquellos universos, él podría demostrar al mundo su existencia convirtiéndose en uno de ellos. Decidido, tomó su vieja pluma negra y una libreta y apoyó el lápiz en ésta, tomándose el tiempo de pensar en qué escribir.

«Un gusto, mi nombre es...» Pausó un momento, y pensó. «n̶a̶r̶r̶a̶d̶o̶r Nash. Mi nombre es Nash.»

Sonrió feliz y satisfecho ante su habilidad para recordar nombres de textos pasados. No le gustaba el rayón al lado del nombre, por lo cual había decidido tal vez escribirlo todo otra vez, de todos modos, la idea seguía fresca en su mente. Apoyó otra vez el lápiz para volver a su escritura cuando algo llamó la atención en su hoja.

«Hola, soy yo, ¿que haces en mi cuaderno?»

Aquella letra temblorosa debajo de mi oración realmente me impactó.

La agonía del NarradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora