–Hola.

Sus labios se movieron contra los míos y su aliento sobre mi boca me dejó con ganas de más.

–Hola.

Mi voz era un simple murmullo avergonzado que evitaba a toda costa mirarlo a los ojos. Me abrazó de la cintura y me dio un pequeño beso en el cuello.

–Me gusta como luce tu cabello mojado.

El rubor en mis mejillas se extendió probablemente hasta mi frente y ni siquiera entendía muy bien por qué. Me abrió la puerta del auto y entre con él.

Encendió el auto, y un poder de aquellos que te hechizan y te emboban por completo me atacó, era algo maravilloso observar a un hombre conducir, había cierto magnetismo en ello, tal vez la habilidad o el poder que esto inconscientemente destacaba, pero mirar a Tom era otra cosa. Su perfil se remarcaba con la luz del sol y mientras los rayos de este parecían acariciar el azul que brillaba con demasiada felicidad en su mirada, sus labios delgados lucían en una fina línea que lo hacía ver concentrado.

–¿Estás bien?

Preguntó regresando a verme tan solo unos segundos, y regresando de nuevo la vista hacia el camino.

–Sí.

Me di cuenta entonces de que me preguntaban eso muy seguido. ¿Estás bien? Era la pregunta que parecía iniciar cualquier tipo de conversación conmigo, mi respuesta siempre era sencilla, tan sencilla y rápida que para muchas personas sonaba real, pero no para Tom. Aquello me asustaba, que tuviera el poder para conocerme de aquella manera en la que ni siquiera yo alcanzaba a conocerme. Desvié la mirada de su rostro concentrado y mire por la ventana, observando cualquier otra cosa que no fuese su mirada llena de preguntas.

El almuerzo fue demasiado rápido, o a mi parecer lo fue. No comí demasiado, tenía el estómago hecho un nudo. Intenté controlarme diciéndome a mí misma que lo que estábamos a punto de ver no eran más que vestidos y ropa, que Tom estaba más allá de todo eso. Pero en cuanto nos pusimos de pie y me tomo de la mano para comenzar a caminar a través de las tiendas, podía sentir las miradas de todas las personas a nuestro alrededor. No podía asegurar si aquellas miradas eran completamente reales o si mi mente me había jugado con alguna, pero así se sentía, como el punto blanco en medio de todos los puntos negros, siendo observado y juzgado no tan secretamente.

Nos acercamos a la primera tienda y una joven vendedora se acercó hasta nosotros.

– ¿Puedo ayudarlos en algo?

Tom regresó a verme junto con la sonrisa tan radiante e incómoda de la vendedora, una gota de sudor cayó de mi cuello y solté la mano de Tom antes de que mi mano comenzara a sudar demasiado.

–Estamos buscando vestidos de gala.

Dije con la voz más firme que pude. La mujer me miro sin borrar la sonrisa de su rostro y aquello no hacía más que ponerme más nerviosa, de pronto dejé de escuchar sólo podía verla haciéndome señales de que la siguiera y la mano de Tom tomando la mía. ¡No! Se iba a dar cuenta de lo sudada que estaba. Ella hablaba y hablaba, sacando vestidos y mostrándomelos con la misma sonrisa. Me sentía demasiado mareada de tan solo pensar en que tan horrible me vería con todos y cada uno de aquellos vestidos. Tome a Tom del brazo y este me ayudo a sentarme.

– ¿Podemos salir de aquí?

Le dije al oído, el asintió sin decir una sola palabra, cerré los ojos dejando que la mano de Tom me guiara hasta la salida, no quería ver a la vendedora juzgándome o hablando a mis espaldas junto con las otras vendedoras.

En cuanto salimos pude sentir el aire volver a mis pulmones, la calma volver a mi ser y la tranquilidad apoderarse de mi cuerpo.

– ¿Estás bien? Necesitas tomar algo dulce, algo que haga que te recuperes. Espera aquí.

Love Song.Where stories live. Discover now