Capítulo 9: "Coopera"

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El rostro de Ashley era la viva imagen de la confusión: ceño y labios fruncidos, mirada sorprendida. Su cara era todo un poema, uno totalmente inentendible. La rubia miró a su mejor amiga, como si de alguna forma esperara que ella comenzara a reír y cámaras salieran de todos lados, revelándole que todo eso se trataba de una broma. Pero no, nada de eso ocurrió, en su lugar, Carissa se acercó a ella y la observó fijamente.

—Yo soy un ángel, Ashley —confesó en un susurro, como si temiese la reacción de la humana. Al no obtener respuesta, añadió—. Max es mi hermano, él es tu ángel guardián. No sé qué ya te haya dicho, pero todo es cierto.

La rubia no dijo nada, más bien no podía. Su respiración era agitada, por supuesto que jamás esperó algo así, ni siquiera le cruzó por la cabeza la idea de que su mejor amiga era un ángel. ¡Por Dios! ¿A quién mierda se le ocurriría eso? Claro que no, hacía unos meses era una chica normal, y ahora, con la llegada de Max todo se estaba complicando.

—¿Ángeles? —preguntó, fue lo único que logró salir de su boca. No sabía qué pasaría a partir de ese momento, no tenía idea de lo que el futuro le preparaba, pero sí sabía una cosa: después de eso, toda su vida cambiaría—. ¿Podrías explicarme? —añadió—. ¿Por qué esos hombres intentaron asesinarme?

—No eran hombres, en realidad eran demonios. —Corrigió Max, como si fuera obvio—. Y jamás te lastimarían sabiendo el precio que tienes ante ellos —añadió, provocando que Ashley frunciera el ceño.

— ¿Precio? —cuestionó confundida—. ¿A qué te refieres con eso?

—Lucifer te ha puesto uno, al que te encuentre y te lleve ante él, le dará riquezas enormes y poderes que un simple demonio no podría tener jamás —respondió con simpleza.

El Jedne estaba nervioso, y cuando se encontraba de esa forma solía ser cortante y directo, cosa que enojaba a Carissa, por lo que ésta le dedicó media sonrisa a Ashley, quien para ese punto tenía la respiración agitada. Ashley ni siquiera se percató de su acción, pues ahora su mirada estaba absorta en las palabras de Max.

—¿Para qué me quiere? —Atinó a decir.

Max se arrodilló ante ella, quitándole el zapato con sumo cuidado. No quería lastimarla ni asustarla, por lo que lo hizo con lentitud antes de responder:—Eres la reencarnación de la diosa Laín, puedes hacer y deshacer todo lo que quieras con un simple chasquido.

La atención de la rubia estaba tan enfocada en lo que Max decía, que casi ni se percató del punzante dolor que los movimientos del ángel le provocaban.

—¿Quién es Laín?

—Era como una reina en el cielo, detrás de ella estaban los otros veintitrés dioses representantes de todas los mundos del universo; de ella dependía la estabilidad de todos éstos, se encargaba de todo estuviese bajo control, sin embargo, desde su muerte algunas cosas no marcharon tan bien como lo hacían —comentó, a los pocos segundos apareció Carissa, quien en un momento de distracción de ambos se había marchado de forma sigilosa hacia la cocina por hielo para la herida de su amiga. Le tendió el hielo a su hermano, quien lo colocó en el tobillo de Ashley, provocando que se mordiera el labio a causa del dolor—. Hace unos años hubo una guerra en el cielo contra los demonios, no sabemos cómo llegaron ahí, lo único de lo que tenemos conocimiento es que algunos ángeles nos traicionaron. Uno de ellos entró en los aposentos de la diosa Laín y la asesinó, junto a quienes la custodiaban.

— ¿Eso hace cuánto fue? —Lo que decía resultaba tan irreal, pero no podía negar que podía ser verdad.

No después de todas las pruebas que pasaron frente a sus ojos, sería muy estúpido de su parte seguir creyendo que se trataba de una pesadilla o una ilusión, por lo que optó por comenzar a aceptarlo.

—Sucedió con exactitud hace doscientos treinta y seis años —respondió Max, como si en verdad llevara la cuenta de los años.

— ¿Todo esto en qué me convierte? —indagó Ashley. La cabeza comenzaba a dolerle con toda esa bomba de información, era demasiada para un solo día y sabía que solía ser muy impulsiva, así que debía calmarse.

El jedne sonrió, aunque no como si le causara gracia, sino con nerviosismo.

—Los demonios te buscan porque ahora eres tú la que controla ese poder, tú tienes el alma de Laín. Ahora todos te buscan porque contigo podrían hacer lo que les plazca; así que sí, eso te convierte en una diosa.

Fue ahí cuando Ashley supo que todo eso se estaba saliendo de sus manos, el terror hizo su entrada triunfal cerniéndose en el sistema de la pobre rubia. Si lo del bosque se estaría repitiendo más adelante, pensó, creo que no sobreviviré más tiempo. Ashley frunció el ceño mientras negaba con la cabeza, otra vez volvería al punto en el que se negaba, no quería estar en medio de una estúpida guerra que seguramente acabaría con ella.

No podía ser parte.

—Deben estar en un error.

Max negó con la cabeza al escuchar la voz quebrada de la chica, alejó el hielo de su tobillo; colocó de nuevo la almohada debajo de éste y se levantó.

—No hay ningún error, por algo tienes un ángel guardián, no todos los humanos tienen uno —refutó—. Los dioses no se equivocan.

La mente de Ashley estaba alejada de lo que ocurría alrededor de ella, no escuchaba lo que decía Max ni mucho menos lo que Carissa respondía, simplemente trataba de comprender lo mejor que podía todo lo que estaba sucediendo en su vida. Eso no era normal, no era algo que ocurriera a menudo en la calle, por lo que debía tranquilizar a su loco corazón, el cual latía con frenesí contra su pecho.

Si ese era un sueño, necesitaba despertar de una vez o se volvería loca.

— ¿Tú madre sabe dónde estás? —Escuchó que diga su mejor amiga, sacándola de la ensoñación que estaba atravesando.

—No lo sabe, debió llegar a casa hace horas, inventa algo y dile que se quedará contigo —respondió su hermano al notar que Ashley no respondió—. Necesita descansar y asimilar todo esto —añadió acercándose a ella.

De la nada, una voz se hizo presente en la cabeza de la rubia, tomándola por sorpresa. Dijo solo una palabra, pero aún así el estómago se le revolvió al escucharla.

«Duerme».

Fue muy extraño, eso no se podía negar, ya que después de eso comenzó a sentirse repentinamente cansada. Sus párpados pesaban y su cuerpo estaba cansado, y aunque trató de luchar contra esa extraña sensación que le había llegado de repente, no pudo. Poco a poco se fue recostando en el mueble en el que se encontraba, acomodándose para dormir. Sus ojos se fueron cerrando con lentitud, ya que pese a que no quería dormir, algo dentro de ella la obligaba a hacerlo.

—¿Se ha roto el tobillo? — Ashley aún no estaba dormida por completo, así que pudo escuchar la voz de su mejor amiga hablando con Max.

—No lo creo, bastará con colocarle una simple venda — respondió el pelinegro, soltó un suspiro—. Estará bien, no te preocupes.

Después de esas palabras Ashley ya no pudo escuchar nada más, pues cayó en un sueño profundo.

(...)

¡Hola, ángeles!

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