-Mm... Tu princesita?

-Uy, casi-dijo con diversión-Te rindes?-asentí con la cabeza haciendo pucheros.

-Mi reina-dijo, antes de robarme otro cálido pero más pausado beso.

Por cosas como esa mi Philip estaba en peligro de extinción. A cada segundo era más segura su sentencia de muerte y como arma de tortura mis besos.

-A este paso no ganamos-dije por décima vez. Sólo había pasado diez minutos desde que retomamos la marcha y por lo menos cada medio minuto sin importarme interrumpir nuestros temas de conversación, y con la clara intención de chincharlo un poco, le decía aquella frase. Pero increíblemente su paciencia era imperturbable.

-A este paso no ganamos-repetí con esperanzas.

-Meg-dijo con tranquilidad.

-Sí cariño?-dije con diversión.

-Puedes abrir la guantera?-asentí antes de hacer lo que pedía-Ves la cajita negra?-volví a asentir al ver la caja no muy grande, pero tampoco pequeña-Cógela, dentro encontrarás un regalito-esta vez lo miré extrañada pero le hice caso y cogí la caja. Al abrirla dentro encontré un rollo de cinta adhesiva, dos destornilladores y unas tijeras, además de unas piezas metálicas que no sabía para que servían.

-Qué quieres qué haga con todo esto?-dije mostrándole la cinta adhesiva elevándola en el aire.

-Justo ese es tu regalo, se buena y haz uso de ella poniéndote un trozo bien grande en la boca.

-Por fin pierdes la paciencia-ambos nos echamos a reír-Anda mira-dije al ver aquel precioso trasero negro. Del Volvo, no me mal intérpretes.

-Con que no íbamos a ganar eh-dijo burlón. Cuando la pasamos por el lado saqué la mano y saludé con patética elegancia, la misma que utilizan reinas y princesas, esa con la que parece que en lugar de mano tienen aleta y no pueden separar los dedos. Philip disfrutó con ese gesto, al menos su encantadora risa eso me dio a entender.

No tardamos más de quince minutos en llegar al lugar que nos indicaba el GPS. Aquello era precioso. Los troncos de los árboles variaban mínimamente, todos de un suave gris ceniza moteado de marrón oscuro, Eucaliptos comunes, algunos más robustos que otros, las hojas eran no muy grandes y sus tonalidades se balanceaban del verde pardo al más intenso.

-Villa Bella-leí en voz baja el nombre que estaba grabado en dorado en el negro buzón metálico, mientras cerraba la puerta del coche. El buzón estaba clavado justo enfrente de una de las dos pequeñas columnas enladrilladas, colocadas a cada lado del camino, unidas por una ancha pero no muy alta reja negra.
A través de los barrotes y en realidad sin necesidad de mirar por ellos, se veía el largo camino terroso que se perdía entre más y más árboles de aquel mismo tipo.

-Increíble que ni se vea el morro del coche-dijo Philip mirando el final de la carretera por donde habíamos venido.

-Shh... Que suele conducir de forma prudente-me burlé mientras me acercaba a la puerta trasera del coche para luego abrirla y coger de mi bolso una gomilla para hacerme una cola. Cuando cerré la puerta nuevamente y alcé la vista para mirar a Philip, me lo encontré apoyado en la puerta del copiloto, mirándome prácticamente de soslayo pero sin disimulo. Sus labios se curvaban en una leve sonrisa.

-Qué?-pregunté algo nerviosa por aquella mirada. Se encogió de hombros-Cómo que...?-dije antes de imitar su gesto, entonces arqueó una ceja mientras acentuaba la curva de sus labios-Que te gusta pagarme con la misma moneda eh-lo acusé provocando su risa suave.

-Ven anda-me dijo aún con diversión brindándome su mano. Negué con la cabeza.

-No me fío.

-Ya no te gustan mis abrazos?-dijo con carita de corderito degollado desgarrándome el alma. Prácticamente corrí hacia él para abrazarlo y digo casi porque nos separaban máximo tres pasos.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu