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Misuk.

El lunes bien temprano decido que ya es hora de enfrentarme a la universidad, anteriormente mi hermano había presentado un certificado donde validaba mi supuesto ingreso médico, poco creíble, pero en el que tenía que trabajar.

Termino de ordenar mis cosas en el maletín y tomo mi cartera y mi celular, —el antiguo —, y salgo afuera siendo recibida por la brisa mañanera que revuelve mi cabello.

Afuera veo gente caminando de entrada y salida del enorme edificio y suspiro comenzando mi rutina. Hace un tiempo Jungkook se había ofrecido para llevarme todos los días, ante mi negativa de adquirir un auto. Pero aún así lo rechacé, me gustaba salir temprano y tomarme mi tiempo para admirar todo. Los árboles de los parques. Los jóvenes en la calle. Me gustaba está monotonía.

Veo estudiantes ingresar por las puertas de la facultad de psicología y me preparo mentalmente para todo lo que tengo que inventar cuando enfrente a mis amigos, y no puedo evitar sentirme mal al saber que debo mentirles.

Cuando ingreso las miradas se vuelven hacia mí y no entiendo porqué me miran tanto. Algunas chicas toman sus cosas de los respectivos casilleros y susurran entre ellas mirándome de reojo.

Frunzo el ceño sin entender nada, he estado fuera por prácticamente casi dos semanas y aún así parece que me he vuelto bastante popular.

Camino en medio de un grupo de estudiantes que se agrupan a mi paso y los siento empujarme.

¿No es esa la chica que Max decía que era mala en la cama?

No puedo evitar detenerme y quedarme pasmada.

¿Qué ha dicho?

Los escucho susurrar y algunas chicas me miran con burla.

¿Tan rápido le abrió las piernas?

—Max dijo que es una frígida.

Pobre, siento tanta pena por ella.

A este paso ya no sabía que hacer. Esas chicas seguían burlándose de mi y sentía mis ojos picar de ira y rabia, estás últimas semanas no habían sido las mejores, y ahora esto, fue la gota que derramó el vaso. Me obligo a mi misma a avanzar entre tanta gente aglomerada y trato de no llorar siendo imposible cuando se me escapan varias lágrimas de los ojos.

No sé que ha pasado en estos días, pero no parece ser bueno. Todos hablan de mí, cosas que ni yo misma entiendo y parecen disfrutar verme vulnerable.

Cuando llego a la cafetería Jihyo me recibe con los brazos abiertos y me recuesto contra su hombro.

—No entiendo nada— le hago saber con la voz hecha un hilo. Me siento humillada, difamada, usada, y no se porqué.

—Lo siento tanto Suk, te juro que traté de detenerlo pero ya era tarde— me acaricia la espalda y no me siento preparada para lo que dice a continuación —. Max divulgó cosas horribles de tí, en estos días en que estuviste ausente. Dijo tantas cosas.

—¿Qué cosas exactamente?

— Que eres mala en la cama, que le negastes sexo porque según él, eres frígida, que no te mueves, habló horrible de tu vida íntima.

No la dejo terminar porque veo a Max ingresar a la cafetería y su mirada, que antes creía hermosa, ahora solo me produce asco. Quiero matarlo, el solo pensarlo hace que mi pulso lata con furia y algo se encienda dentro de mí.

Cuando menos lo espero ya estoy frente a el y mi mano ha impactado contra su mejilla. El leve ardor que ha quedado en mi palma no se compara con la rabia que siento dentro.

El hilo rojo de la Mafia  •PJM• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora