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Jimin.

Cuando la luz del alba se alzó. Comprobé que Misuk estuviera durmiendo, siendo así cuando me adentré a la habitación. Las cortinas de la ventana estaban corridas, no completamente, pero si un poco, permitiendo que la luz entrara de a poco. Caminé a paso lento, llegando hasta el umbral de la cama. Su cabello castaño estaba esparcido por la almohada, y estaba destapada. Tenía las mejillas sonrojadas cuando la miré de cerca. Arrodillado a un lado de ella, un rayo de sol alumbra su cara y se remueve incómoda apretando los ojos. Noto que tiene frío y con un suspiro me levanto para cerrar la cortina y cubrirla con el edredón.

No sé porqué estoy haciendo todo esto, y me siento un jodido imbécil, pero es algo que va más allá de mí, como un imán que no me deja despegarme de ella, y me estoy comenzando a molestar con mi propia actitud y decisiones.

Quiero dejarla ir, pero al mismo tiempo siento que no puedo.

Joder, ¿por qué desde éste ángulo se ve tan hermosa?

¿Por qué no puedo dejar de verla?

Trago grueso y desordeno mi cabello con furia. Algo que quema en lo profundo de mí y que me consume, que quiere ahogarme.

Yo no merezco ser felíz, tantas veces me dije esa frase que ya la tengo grabada con fuego en el alma. Soy un monstruo, he destruido familias, he matado gente con mis propias manos, he visto rogar a tanta gente que ya perdí la cuenta. Lo único que nunca me permití fue herir gente inocente, ancianos, niños, mujeres, y mucho menos embarazadas.

Pensar en lo último hace que un nudo se instale en mi garganta y me obligo a salir de la habitación con paso rápido. Dejo la puerta sin seguro, no quiero que piense que es una prisionera. Nunca me ha sentado bien tener a personas retenidas, siendo inocentes. Y ella lo es, es demasiado inocente, y joder, de nuevo me siento la peor persona del mundo por tenerla aquí, en contra de su voluntad, para mí beneficio.

Cuando salgo afuera lo que menos pienso es que hará Misuk cuando despierte, de seguro desearme la muerte, o tratar de escaparse, lo último es irracional, ni loco dejo que lo haga. En primera no quiero que ni en pintura, se vea con ese maldito de su exnovio. Pensarlo solamente hace que mi sangre hierva, y un tic se instala en mi cuello.

Conduzco alejándome de la casa, no es tan grande, lo que sí, está muy alejada de la ciudad, un lago extenso la rodea y los pinos le dan un aspecto más elegante. Es preciosa, cuando la compré lo hice creyendo que Misuk no se sintiera tan enjaulada en cuatro paredes.

Me toma media hora llegar a la autopista y desviarme por otra carretera boscosa. La mansión se observa incluso desde lejos. Encima de una colina, parece un castillo, de no ser por los buitres que hay en ella. Llego al enorme portón y los hombres ya me conocen. Saben que si me miran mucho, en menos de cinco segundos van a estar muertos en el suelo. Abren el portón y me adentro, ajusto mi traje completamente negro y tomo mi arma de la guantera.

Mamá me espera en la entrada, junto a ella sus sirvientas y miro a mi padre que baja confiado las escaleras. Un vaso de whisky adornando su mano y reprimo el impulso de rajarle la cabeza con el mismo.

Están todos reunidos, todos los miembros de la mafia Park, están en el salón.

Parece que arruinarme la vida, es motivo de celebración. Hay francotiradores en la azotea, es fácil notarlo porque están todos alerta. El comportamiento de mamá es compulsivo, y se nota a kilómetros que tiene miedo. Un ataque sería lo último.

Endurezco mi expresión cuando padre se acerca con una sonrisa hipócrita y me tiende un vaso con vodka.

- Felicidades. No sabes lo orgulloso que estoy de tí - bebo el contenido de un solo trago y lo miro.

El hilo rojo de la Mafia  •PJM• Where stories live. Discover now