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Misuk.

Suspiré mientras cerraba mi maleta dispuesta a salir de la universidad cuánto antes. Era tarde, se podía ver cómo el cielo se tornaba naranja y yo solo pensaba en llegar viva a casa.

Cada día que salía sentía ojos sobre mi, lo cual de una forma u otra hacía que me asustara. Además no había tenido el puto valor de contarle lo sucedido más allá de la ruptura con Max a mi hermano. El solo hecho de pensar que si habría la boca amanecería al otro día muerta hacía que un enorme escalofrío recorriera mi espalda, mandando advertencias a todo mi sistema nervioso.

Respecto al desgraciado de mi ex novio, dejó de llamar al teléfono de la casa cuando vió que ya no había vuelta atrás con mi decisión. Lo cual en el fondo agradezco y de una forma u otra he sentido que me quité una carga de encima, aunque por otro lado, cada vez que camino se proyecta la imagen de el hombre ensangrentado y los ojos de ese hombre llegan a mi mente como una jodida tortura.

He mentalizado y he llegado a la conclusión de que quizás esté traumada por lo sucedido y es que Dios, tengo motivos.

El solo recordar sus palabras hace que tiemble y tomando el bolso para colocar la correa en mi hombro y salir prácticamente huyendo de la universidad es uno de los hechos que me he planteado en el sentido de que mi cuerpo se sumerge en el miedo cada vez que recuerdo eso.

Caminé por la calle apresuradamente, de nuevo sentía que me vigilaban y lo peor era que no tenía el puro valor de voltear y ver quién es. Lo sentía en todas partes. La calle, cuando salía al supermercado, cuando caminaba a la recepción del edificio y como siempre era tan patética que no podía siquiera enfrentarlo y denunciarlo.

Sabía que era el. Algo dentro de mí me lo decía y eso hacía que un nudo se formara en mi garganta.

Llegué al penthouse y arrojé las llaves en el sofá al igual que el bolso. Suspiré sentándome en el sofá, muerta de miedo porque está vez lo había sentido más cerca. Incluso pude presentir sus pasos y joder, quería llorar. Porque se supone que estudio psicología y no soy capaz de enfrentarme a un puto problema.

Miré a todos lados asegurándome de que no había nada sospechoso en la casa y grité internamente al darme cuenta que estaba sola.

A lo mejor me asesinaban y nadie lo sabría.

Observé la nota que estaba encima de la mesita de centro de la enorme sala.

Mamá y papá salieron hacia otro viaje de negocios y yo no podré venir hoy porque estoy hasta el cuello de trabajo.

Jungkook.

Lo que me faltaba, sola y lo peor es que nadie me rescataría en caso de que algo me pasara.

Frustrada me lancé hacia atrás y estiré mis extremidades, haciendo crujir mis huesos y me toqué el cuello, sintiendo dolor porque el estrés me atacaba en ese punto. Cerré los ojos y no supe de más nada.

                    
                             (...)

Desperté desorientada pensando que ya no estaba en este mundo. Toqué mi cara dándome cuenta de que solo me había quedado dormida y es que en las últimas dos semanas no había podido dormir mucho por las noches. Las pesadillas me atacaban en el horario de la madrugada y luego el insomnio no me dejaba volver a dormirme. De ahí mi cansancio y encima tenía exámenes parciales para aprobar el semestre el próximo mes. Por lo que la carga de la universidad más todo lo demás, la falta de sueño y el estrés hacían que mi sistema colapsara.

El reloj marcaba las siete de la noche y en efecto ya era de noche. La hora que más temía.  Me quité los Converse dejándolos de lado a los pies del sofá y sintiendo mis pies liberados por la presión de los tenis me encaminé hasta el ventanal.

Puse una mano en el cristal polarizado y suspiré mirando la luna que aunque no estaba en su mayor auge igual ya alumbraba desde el cielo la moderna ciudad de Seúl.

Algo extraño cruzó mi cuerpo cuando mi vista viajó a la calle. Caminé dos pasos hacia atrás sintiendo mi corazón latir tan fuerte en mi pecho que dolía en mis oídos y observé. Observé como esos ojos me miraban como si supieran que estaba detrás del cristal y solo bastó con que llevara lo que parecía ser un cuchillo hacia su cuello para salir despavorida hacia mi habitación. Llegando al cuarto cerré con seguro la puerta y con una mano en el pecho y el sistema nervioso inestable recordé su gesto. Sintiendo pánico al saber que eso significaba mi pronta muerte. Y aunque está ves solo llevaba gorra igual no pude ver su rostro entero. El muy maldito me vigilaba desde una camioneta cuatro por cuatro desde sabrá Dios cuando.

                  
                                (...)

Desperté sudando frío por la madrugada y con un enorme nudo en la garganta sumado el que estuviera en temblores y eso empeoró cuando un ruido proveniente de la sala puso todos mis sentidos alertas, temblando y rogando a Dios por mi vida. Me levanté y aún con el cuerpo como gelatina quité el seguro de la puerta y por una pequeña abertura me aseguré de que no hubiera nadie cerca.

Y para mí seguridad tomé el jarrón que costaba más que yo. Lo siento mamá, pero soy muy joven para morir.   Y posteriormente saliendo de la habitación seguí escaleras abajo con el corazón prácticamente en la mano.

Había un chico vestido de negro revisando lo que parecían ser mis pertenencias en el sofá. Tenía mis Converse en una mano y lo escuchaba maldecir desde aquí así que tomando impulso y acercándome a él por un lado traté de enterrar el jarrón en su cabeza. Pero sus reflejos fueron más rápidos esquivando mi ataque en un nanosegundo.

—¡¿Jungkook?!— exclamé llevando una mano a mi pecho asustada sientiendo mi corazón acelerado—. Me asustaste.

— Buen instinto hermanita— su tono burlón me hizo refutar mientras dejaba el jarrón en el sofá y me cruzaba de brazos.

Suspiré preparando el sermón que le daría por casi hacer que sufriera un infarto.

—¿Estás loco? ¡Imbécil, me has asustado!— prácticamente le grité en la cara pero como siempre mi bello hermano no se inmutaba.

—¿Y?

—¿Cómo que Y? Casi infarto por tu culpa, mi pobre corazón ha sufrido un colapso nervioso y lo único que dices es, ¿y? Realmente no tienes remedio. Tenía que haber estrellado el jarrón en tu cabeza, haber si así se te arreglaban las neuronas.

Y a lo que yo pensaba que había sido el mejor discurso de mi vida, solo recibí una sonora carcajada de su parte y luego la sala estalló con su risa.

Más que enojada tensé mi cuerpo dispuesta a darle guerra pero su voz me detuvo.

—No seas tonta. Ni que hubiera sido un ladrón. Además eres un desastre, mira todo. Esta sala parece un chiquero.

Sí, un chiquero.

Si tan solo supieras.

—Además dile al estúpido engendro de tu ex que no me llame más. Ese tipo merece un tiro por la cabeza.

Abrí los ojos asombrada por sus últimas palabras.

—Estás loco.

Admití recogiendo el supuesto desastre que había en la sala y este solo hizo mala cara antes de dirigirse escaleras arriba dejándome con la rabia en la cara.

Ya luego me las pagaría.

Ya luego me las pagaría

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El hilo rojo de la Mafia  •PJM• Where stories live. Discover now