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Jimin.

Observé desde un ángulo muerto el pelo de quién sería mi próxima víctima. Vestido completamente de negro y armado hasta los huesos caminé hasta llegar a su lado. Deseando acabar pronto porque tenía algo más importante que hacer y ese maldito viejo no me lo impediría.

-Muy lindo el día, eh, ¿Señor Han?- hablé solo para los dos viendo cómo el hombre detenía los pasos y me miraba como su hubiera visto al mismo diablo. Una sonrisa torcida cruzó mis labios y mis ojos escanearon el cuerpo del vejete que ahora temblaba como un cobarde.

- Y-yo le j-juro que pronto pagaré lo que debo- habló el hombre apresuradamente temblando cuando vió el arma que cargaba en la mano.

Mi cuchillo favorito. Uno de mis favoritos entre mi gran colección.

-Shh, tranquilo, ¿Y ese miedo?

Mi tono calmado solo hizo que temblara más. En mi interior mis demonios hambrientos solo querían algo. Sangre. Pedía no solo mi cuerpo sino ahora mi jodida mente y debía calmarme si quería llevar la fiesta en paz y no apresurar los planes.

-S-solo no m-me mate- suplicó la escoria, mientras lágrimas más falsas que yo surcaban sus ojos. Alegría para mí oscura alma. Además amaba cada súplica, no había algo más satisfactorio que el dolor de tus víctimas. Cuando las torturaba, cuando rompía cada uno de sus huesos.

Incluso a mi mente vienen los gritos.

La mejor melodía.

Llevé el cuchillo en un movimiento rápido entre sus cejas, sintiendo como gritaba despavorido y una sonrisa malévola surcó mis labios cuándo el hombre se arrodilló frente a mi, básicamente clamando por su vida. Algo que amaba que todos hicieran, porque después de todo yo soy un rey, al lado de ellos.

Estaba pálido y temblaba más que una gelatina, dándome a entender quién tenía todas las de ganar.

-Una semana, no más.- Mi tono seco y sombrío solo hizo que asientiera despavorido huyendo por su vida.

Pajarraco.

Luego de eso hice lo otro que tenía en mi lista de hoy, que para mí suerte era muy divertido.

Era divertido joder la mente de la persona, que aunque no lo supiera acabó con mi humanidad.

Observé desde mi camioneta como salía a pasos rápidos de la recepción atravesando la calle y tomando la otra cuadra. Seguí sus movimientos al tiempo que arrancaba el motor del auto y desde las sombras viendo cómo entraba a la universidad nacional de Seúl.

Crucé mis brazos sobre mi pecho sabiendo bien quien era esa chica.

La conocía, de toda la vida y lo peor nunca le hablé. Por lo tanto somos como dos extraños.

Y lo mejor, es que ella, creía que su vida era perfecta, y yo acabaría con eso.

•••

Misuk.

Observé como Hyein le comía la boca a Seungri, el pobre chico de informática. Era triste porque sabía que sería uno más en su lista de mega zorra. En esta universidad se ve de todo un poco. Desde chicas haciéndoles mamadas a chicos en los cubículos de los baños. Hasta homosexuales cogiendo en las aulas.

Suspiré caminando hacia la cafetería, observando como todos comían tranquilamente y mierda, sentía mi cuerpo temblar al ver tal aglomeración. A lo lejos distinguí la voz de Jihyo, caminando hasta sentarme a su lado y luego llegaron los demás.

Namjoon y Hoseok. A ellos los conocí cuando entré a la universidad y bueno a Jihyo la conozco desde hace más tiempo. Fuimos amigas en el instituto y lo seguimos siendo en la universidad. Algo que me alegra pero que también trae sus desventajas.

El hilo rojo de la Mafia  •PJM• Where stories live. Discover now