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Misuk.

Una luz cegadora hace que me retuerza y muevo la cabeza, de manera lenta abriendo los ojos. La luz es tan intensa que debo parpadear varias veces para que mi vista se acostumbre al techo blanco con una lámpara en medio.

Me duele el cuerpo y la cabeza la siento entumecida, respiro profundo tratando de calmarme cuando siento mi corazón acelerarse al notar mi entorno. Siento mi respiración agitarse cuando giro la cabeza y noto un porta suero, de inmediato miro mi mano y veo una venda, notando que tengo un suero puesto.

Trato de incorporarme con un jadeo adolorido y tomando fuerzas de no sé dónde, saco la aguja del brazo.

Necesito salir de aquí. Es lo primero que pienso con el corazón en la boca y respirando irregularmente. No sé cómo logro sentarme, porque siento punzadas de dolor en la espalda y tengo la misma ropa puesta.

Siento mi labio inferior comenzar a temblar y como los ojos se me llenan de lágrimas al recordar todo lo ocurrido y duele profundamente el saber que no es una pesadilla, que es real. Sollozo apoyando una mano en el colchón de la amplia cama y aún llorando me levanto con dificultad hasta llegar al enorme ventanal cubierto por una cortina.
Noto que estoy en una casa, una muy bien acomodada y que afuera ya es muy de noche. Apoyo una mano en el cristal y miro al cielo despejado, una gran luna llena brillando intensamente y más lágrimas caen por mis mejillas al pensar en mi hermano. Muerdo mi labio inferior con fuerza hasta casi sacarme sangre y con la otra mano, la que no tenía la aguja del suero, limpio mis mejillas empapadas y sorbo la nariz.

Camino por la habitación ya menos adolorida observando lo amplia que es. No hay adornos prácticamente, solo un sofá, una gran cama king con sábanas blancas, un pequeño escritorio en una orilla, lo que parece ser un vestidor, por una puerta abierta veo el baño, bastante amplio.

Lavo mi cara y me observo en el reflejo, noto que estoy pálida y tengo los ojos rojos y los labios hinchados. Peino un poco mi cabello y detrás de el espejo encuentro un pequeño armario con algunas cosas. Hago mis necesidades básicas y cuando ya me siento mejor salgo mirando con cautela todo, abro la puerta de la habitación notando el silencio sepulcral de afuera, haciendo que me erice aterrada. Camino a paso lento y temeroso sientiendo mi propia respiración en mis oídos y atravieso lo que parece ser un pasillo donde hay más puertas de habitaciones. El umbral de la sala me recibe y mi estómago suena con furia cuando veo a lo lejos la entrada a la cocina.

No hay nadie aquí; lo confirmo cuando llego a la cocina y veo todo igual de calmado. Sientiendo el miedo llenarme porque me siento desprotegida en este lugar desconocido, abro la nevera notando que hay suficiente comida para llenarme yo y muchos más.

Limpio mi boca cuando termino de comer y poniendo el plato en el fregadero, abro el grifo. Una sensación extraña me invade el estómago, como un frío escalofriante que se extiende por mi cuerpo y trago duro cuando termino de secar el plato, dejándolo dónde lo encontré.

La presencia de alguien detrás de mí me hace temblar, casi llorando atemorizada, aprieto el borde de la encimera y cierro los ojos. El corazón me taladra el pecho con fuerza y una lágrima me traiciona cayendo por mi mejilla. Respiro con dificultad girando mi cuerpo y tengo temblores por toda mi anatomía. Bajo la cabeza no queriendo ver a quien tengo en frente y otra lágrima cae, sientiendo como quiero sollozar.

-¿Volverás a llorar?- lo escucho decir y muerdo mi labio para no sollozar sin levantar la vista.

Chasquea la lengua y vuelve a hablar:

-¿No responderás? Se me está agotando la paciencia - murmura con voz neutral que me hace encogerme en mi sitio cuando se acerca. Veo por el rabillo ojo como levanta una mano, y me hace alzar el mentón hasta tener unos profundos ojos negros clavados en los míos.

El hilo rojo de la Mafia  •PJM• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora