XXIII.

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Las horas fueron pasando y decidimos irnos a casa, más que todo para que la abuela Carmen pueda descansar así que ahora estamos todos aquí en mi casa, excepto papá que por orgullo decidió quedarse en la clínica y se lo respeto, él sabrá si prefiere el orgullo que sus hijas.

-Abuela Carmen, toma – digo dándole una sopita y sonríe –
- Gracias hija – dice y vuelve la vista a la abuela Martha para seguir hablando –

Los abuelos Torrini y la abuela Martha se hicieron grandes amigos desde el primer momento que se conocieron cuando mi papá y mi mamá presentaron su relación ante ellos, según lo que siempre cuentan, fue mágica y muy bonita la conexión que los tres tuvieron esa tarde, desde allí se hicieron inseparables por eso nos aman tanto, claro a parte de por ser sus nietas.

-Pablo va a estar bien viejita – dice Martha y Carmen asiente –
- Le hice jurar que tendría que salir de pie de esa clínica y él siempre cumple sus promesas – dice la abuela Carmen segura y sonrío –
- Sandra – me llaman y veo hacía la puerta –

Me acerco lentamente hasta Evelyn y cuando llego esta Pamela en la puerta, sonrío triste y la abrazo, agradezco que haya venido y me dice que se enteró por los medios, me disculpo porque no le avisé y niega para entrar conmigo aun abrazadas pero de lados, Evelyn cierra la puerta y los mellizos son los primeros en notar la presencia de la pelinegra.

-Que bueno tenerte aquí Pamela – dice la abuela Martha –
- Gracias, no podía quedarme en casa sin saber como están – dice abrazando ahora a la abuela Carmen –
- Tan linda, gracias Pame – dice la abuela Carmen y las tres sonríen –
- ¿Quieres algo de tomar? – pregunto y la pelinegra se gira a verme –
- Un vaso de ese jugo espectacular que siempre haces – chilla y me rio asintiendo –

Agradezco mentalmente que anoche hice y quedó para hoy, me disculpo y dejo a Pamela con mis abuelas, camino hasta la cocina y me encuentro a Sonia hablando con Anna, sonrío de lado y la pelinegra se acerca para darme un casto beso, sonrío enamorada y suspiro, Anna se ríe y volteo a verla seria, se pone pálida y ahora es Sonia quien se ríe a carcajadas, niego y entro a la cocina para agarrar un vaso de la alacena e ir a la nevera para servir un vaso de jugo de sandía, cierro la puerta y me giro, Sonia me mira confundida y sonrío mostrando la dentadura, miro a Anna y también está sin entender, niego y salgo de la cocina para dejarle un casto beso a Sonia e irme.

Camino el pasillo hasta la sala principal y al llegar le doy el vaso de jugo a Pamela, agradece emocionada y comienza a jadear al tomar el jugo, me rio a carcajadas con mis abuelas y ella niega mientras se termina el vaso de jugo, cuando me giro veo a Sonia a un par de pasos de distancia muy seria y cruzada de brazos, me disculpo y camino hasta acercarme a ella, me da la espalda y vuelve a la cocina, resoplo y en el camino tomo su brazo para ahora caminar hasta salir al patio.

-¿Qué te pasa loca? – pregunta zafándose de mi agarre –
- Eso pregunto yo – digo cruzándome de brazos –
- Odio ver a tu ex aquí – se queja y sonrío burlona –
- Que hermosa te ves celosa – susurro acercándome a ella y voltea la mirada –
- Como digas – susurra y agarro su mandíbula para obligarla a verme –

Quisiera decirle que sólo la quiero a ella, pero sé que ella lo sabe, también quisiera decirle que no hay nada entre Pamela y yo, pero eso también lo sabe. Así que hago lo único que si quiero ahora mismo, paso mi mano por su cadera y la pego a mí para finalmente besarla, nos quedamos sin hacer ni un movimiento pero luego de unos segundos Sonia pasa sus brazos por mi cuello y entonces nuestros labios se mueven de manera sincronizada, nuestras lenguas juegan y un jadeo sale de nuestros labios, sonrío y unos minutos después nos alejamos, Sonia respira agitada y yo delineo sus labios, vuelve a besarme y sonreímos, amo su ternura, sus celos, amo todo de ella y es inevitable.

La amante de mi marido Where stories live. Discover now