Capitulo 35

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   Un mar de estrellas. 


Volví al Solar Del Arriero con un macuto colgado de un hombro. En él llevaba una muda de ropa, una hogaza de pan, un poco de cecina, un odre de agua, aguja e hilo; pedernal y eslabón, plumas y tinta. En resumen: todo lo que una persona inteligente se lleva por lo que pueda pasar cuando emprende un viaje cuando emprende un viaje.

Sin embargo, la adquisición de que estaba más orgullosa era una capa de color azul marino que le había comprado a un vendedor de ropa usada por solo tres iotas.

Era calida, estaba limpia, y a menos que me equivocara, solo había tenido un dueño antes que yo. Permítanme explicar una cosa. Cuando se comienza un viaje, una buena capa vale más que cualquiera de tus otras posesiones juntas. Si no hay lugar para dormir, la capa puede ser tu manta. Te protege de la lluvia y del sol. Si sos listo, debajo de la cama se pueden ocultar toda clase de armas. Y si no lo sos, al menos un puñal pequeño.

Pero por encima de todo hay dos cosas por las que se recomienda una capa. En primer lugar porque hay pocas cosas más llamativas que una capa bien llevada, ondeando ligeramente detrás tuya cuando sopla la brisa. En segundo lugar, porque en una capa se pueden tejer innumerables bolsillos por los que siento una atracción irracional e irresistible.

Como ya dije, aquella era una buena capa y tenía muchos bolsillos de esos. Escondidos en ellos tenía cuerda y cera, un poco de manzana seca, un chesquero, un par de canicas en una bolsita de cuero, un saquito de sal, una aguja extra de sutura e hilo de tripa. Me había gastado todas las monedas de la Mancomunidad que con tanto esfuerzo había ido ahorrando, quedándome solo con las duras monedas Cealdicas para el viaje.

Los peniques funcionaban muy bien en Tarbean, pero la moneda Cealdica era sólida en cualquier rincón del mundo donde te encontraras.

Cuando llegues estaban ultimando los preparativos. Roehnt se paseaba alrededor de los carromatos como un animal inquieto, comprobándolo todo una vez más. Rehta observada a los braseros con mirada severa y los corregía cada vez que hacían algo que no la satisfacía del todo.

A mí me ignoraron hasta que nos pusimos en marcha, rumbo a las afueras de la ciudad y a la universidad.

A medida que nos alejábamos de Tarbean, sentía como si me estuviera liberando de un gran peso. Me regodeaba con el tacto del suelo bajo mis zapatos, con el olor del aire, con el débil susurro del viento que acariciaba los tallos de trigo en los campos. Me sorprendí sonriendo sin ningún motivo especial, salvo que estaba contenta. A los Iris no nos gusta quedarnos mucho tiempo en el mismo sitio.

Respiré hondo y estuve a punto de soltar una carcajada. Mientras viajábamos yo iba a mi aire, porque no estaba acostumbrada a tener compañía. Roehnt y los mercenarios no tenían inconveniente en dejarme tranquila. Derrick bromeaba conmigo de vez en cuando, pero en general me encontraba demasiado reservada para su gusto. Solo quedaba la otra pasajera, Denna.

No nos dijimos nada hasta que hubimos recorrido casi todo el trayecto de la primera jornada. Yo iba en uno de los carros con un mercenario, pelando distraídamente la corteza de una rama de sauce. Mientras mis dedos trabajaban, escudriñada el perfil de Denna, admirando la línea de su mentón, la curva de su cuello hasta llegar al hombro. Me preguntaba por qué viajaría sola y a dónde iría.

 𝚂𝚒𝚗 𝚂𝚊𝚗𝚐𝚛𝚎 Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ