Capitulo 13

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   El vínculo de hierro. 

Estaba sentada en la parte de atrás del carromato de Abenthy. Era un lugar maravilloso para mí tierna mente, con centenares de botellas y paquetes, impregnado de un millar de olores. Por lo general, lo encontraba más divertido que el carro de un calderero. Sin embargo, ese día estaba desanimada. La noche anterior había llovido mucho, y el camino se había convertido en un lodazal.

Como la troupe no tenía ningún programa determinado, habíamos decidido esperar un par de días y dejar que los caminos se secaran. Era algo que ocurría con frecuencia, y Ben aprovechó esa pausa en el camino para darle un empujón a mi educación

Así que estaba sentada ante la mesa de madera en la parte de atrás del carromato de Ben, enfurroñada frente la perspectiva de pasarme todo el día oyéndole darme lecciones sobre cosas que yo ya entendía. Mis pensamientos debían de reflejarse en mi cara, porque Abenthy suspiró y se sentó a mi lado.

—No es exactamente lo que esperabas, ¿verdad? —Me relajé un poco, sabía que ese tono significaba un aplastamiento temporal de la lección. Ben sostuvo un puñado de dravines de hierro que había sobre la mesa y los juntó con cuidado. Entonces me miró —¿sabrías hacer malabares con todos a la vez?, ¿y con cinco pelotas?, ¿y con cuchillos? —Me ruboricé un poco. Recordé que al principio Trip no me dejaba probar ni con tres pelotas a la vez. Me hacía practicar con dos, se me habían caído un par de veces. Se lo dije a Ben. —Muy bien —repuso él—. Cuando aprendas este truco, podremos pasar a otro —pensé que iba a levantarse para continuar con la lección, pero no lo hizo. Me mostró el puñado de dravines de hierro—. ¿Qué sabés de estos objetos? —Los hizo sonar en la mano.

—¿En qué sentido? —pregunté—, ¿químicamente, físicamente, históricamente?

—Históricamente —Ben sonrió—. Quiero que me sorprendas con tus conocimientos de nimiedades históricas, E'lir.

En una ocasión, me había preguntado qué significaba E'lir, y Ben me había contestado que significaba “el sabio”, pero por la forma en la que había torcido la boca al decirlo, yo tenía mis dudas. —Hace mucho tiempo, el pueblo que-

—¿Cuánto tiempo?

Fruncí el señor y lo miré con actitud. —Unos doscientos años. El pueblo de nómadas que divagaban por las cercanías de los montes Yaldah se reunieron bajo el mando de un jefe.

—¿Cómo se llamaba?

Eldreed, sus hijos se llamaban Helldeen y Helldar. ¿Querés que te recite todo el linaje o puedo ir al grano? —Pregunté mirándolo a los ojos.

—Discúlpeme, señorita. —Ben se enderezó en el asiento y adoptó una expresión de embeleso que nos hizo sonreír a ambos.

Eldreed acabó dando las estribaciones que rodean los montes Yaldah, eso significaba que controlaba también las montañas. Empezaron a cultivar la tierra, abandonaron su estilo de vida nómada y, poco a poco, empezaron a-

—¿Eso es ir al grano? —Preguntó Abenthy. Tiró los dravines en la mesa, delante de mí. Lo ignoré lo mejor que pude.

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