Capitulo 17

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   Espectáculos y despedidas. 

La ciudad se llamaba Hollowfell. Paramos unos días ahí porque había un buen taller, y casi todos nuestros carromatos necesitaban algún tipo de reparación. Mientras esperábamos, Ben recibió una oferta que no pudo rechazar.

Ella era una viuda muy rica y muy joven, y para mis inexpertos ojos muy atractiva. La historia oficial era que necesitaba un tutor para su hijo. Sin embargo, cualquiera que pudiera haberlos visto pasear juntos se habría dado cuenta de la verdad que se escondía detrás de esa historia. Fue la esposa del cervecero artesanal que había muerto ahogado dos años atrás. Ella hubo intentado seguir llevando la fábrica de cerveza lo mejor que podía pero, en realidad, no tenía los conocimientos necesarios. Como verán, no creo que nadie le hubiera podido tender una trampa mejor a Ben.

La troupe cambió de planes y nos quedamos en Hollowfell unos días más. Hicimos coincidir mi duodécimo cumpleaños con la fiesta de despedida de Ben. Para que puedan hacerse con la idea de cómo fue ese día tienen que tener en cuenta que no hay nada más espectacular que una troupe Anor'iris que actúa para sí misma. Los buenos artistas procuran que cada función parezca única, pero no podemos olvidar que el espectáculo que están representando para nosotros es el mismo que han representado centenares de veces ante otros públicos. Hasta las troupes más profesionales tienen una función deslucida de vez en cuando; sobre todo cuando saben que nadie lo va a notar.

En las aldeas más pequeñas y en las posadas rurales no sabían distinguir un buen actor de otro malo, pero tus compañeros de troup sí sabían. Así pues, piénsenlo bien. ¿Cómo entretendrías a la gente que te ha visto actuar un millar de veces? Desempolvando los viejos trucos, y probando con algunos nuevos también se puede. Te arriesgás y confiás en que todo saldrá bien. Y los grandes fracasos son, por supuesto, tan divertidos como los grandes éxitos.

Recuerdo aquella noche como un excepcional remolino de tiernas emociones, aunque también con un matiz de amargura. Sonaban violines, laudes y tambores. Todo el mundo tocaba, bailaba y cantaba como quería. Me atrevería a decir que superamos cualquier jolgorio Fehérico que se puedan imaginar. Me hicieron muchos regalos. Trip me regaló un puñal con mango de cuero. Ah, y me dijo que todas las chicas deben tener alga para defenderse o hacerse daño. Chaándí me regaló una capa preciosa que había hecho ella misma, una con un montón de bolsillitos en la parte interna para esconder mis tesoros. Mis padres me regalaron un laúd, un instrumento precioso de madera lisa y oscura. Tuve que tocar una canción, obviamente, y Ben cantó conmigo.

Como hace mucho que no tocaba ningún instrumento de cuerda, mis dedos vacilaban un poco los punteos y en el rasgueo, y Ben se perdió un par de veces buscando las notas. Pero en general lo hicimos bien.

Ben abrió un pequeño barril de aguamiel que reservaba para una ocasión como esta. Recuerdos amor dulce, amargo y triste; muy acorde con mi estado de ánimo. Varias personas habían colaborado para la composición de la balada de Ben, El Cervecero Sublime la llamaron. Mi padre la recitó con la misma gravedad que tendría una canción para el linaje real de los Modeganos, acompañándose de un arpa pequeña. Todos se desternillaron de risa, pero fue Ben el que se rió más que nadie.

En mitad de la fiesta mi madre Me agarró y me hizo balgar con ella, describiendo un amplio círculo. Su risa resonaba como la música transportada por el viento. Su pelo y su falda giraban alrededor de mí mientras dábamos vueltas y vueltas. Desprendía un olor reconfortante, un olor que solo tienen las madres. Ese olor y el fugaz y risueño beso que me dio en un cachete me ayudaron más que todas las diversiones a soportar el dolor de la partida de Ben.

 𝚂𝚒𝚗 𝚂𝚊𝚗𝚐𝚛𝚎 Where stories live. Discover now