Capitulo 16

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   El nombre del viento. 

El invierno es la época del año floja para las troupes intinerantes, Pero Abenthy le sacó provecho y empezó a enseñarme simpatía en serio. Sin embargo, como suele pasar especialmente tratándose de niños, lo que yo había imaginado era mucho más emocionante que la realidad. No sería correcto que dijera que la simpatía me decepcionó, pero la verdad es que fue así. No coincidía con el concepto que yo tenía sobre la magia.

Resultaba útil, eso no podía negarse. Ben utilizaba la simpatía para iluminar nuestros espectáculos. Con simpatía se podía hacer fuego sin pedernal o levantar peso sin necesidad de usar aparatosas cuerdas y poleas, pero el día que nos conocimos, él había llamado el viento; eso no era mera simpatía, eso era magia de la de los libros de cuentos: ese era el secreto que yo más anhelaba descubrir.

El cielo primaveral había quedado atrás, y la troupe recorría los bosques y los campos de la región occidental las comunidades cercanas. Yo viajaba, como de costumbre, en la parte delantera del carromato de Ben. Por alguna razón, el verano había decidido presentarse de nuevo, y el campo estaba verde y crecido. Llevábamos cerca de una hora tranquilos, Ben dormitaba con las riendas sueltas en una mano cuando el carro golpeó una piedra y nos sacó de nuestros respectivos ensueños. Él se enderezó en el asiento y se dirigió a mí en un tono que yo tenía clasificado como “te tengo preparado un enigma”.

—¿Cómo harías hervir un hervidor lleno de agua?

Miré alrededor y vi una gran piedra en el margen del camino. La señalé. —El sol debe de haber calentado esa piedra. La vincularía al agua del hervidor y utilizaría el calor para llevar el agua a ebullición.

—¿Piedra agua? No es un vínculo muy eficaz —me reprendió Ben— solo una quinceava parte acabaría calentando el agua.

—Funcionaría.

—Bueno, pero es al pedo. Vos podés hacer lo mejor, E'lir —entonces empezó a gritar a Alpha y a Beta; una señal de que estaba de un humor excelente. Los animales se lo tomaron con más calma que nunca pese a que Ben los acusó de cosas que estoy segura de que ningún asno, y mucho menos Beta, que tenía una moral impecable, jamás habría hecho voluntariamente. Ben se interrumpió en plena inventiva y me preguntó: —. ¿Cómo derribarías a ese pájaro? —señaló a un halcón que sobrevolaba un campo de trigo que habíamos pasado apenas hace un segundo.

—No creo que los derribara, no me hizo nada.

—Hipotéticamente.

—Eso digo, hipotéticamente no lo derribaría.

Ben rió. —Bien dicho, E'lir. Pero exactamente, ¿cómo no lo harías? Detalles, por favor.

—Le pediría a Terem que lo derribara.

Ben asintió pensativo. —Muy bien, muy bien. Sin embargo, es un asunto entre el pájaro y vos. Ese halcón —lo señaló indignado— acaba de insultar a tu madre.

—Entonces mi honor exige que defienda personalmente el buen nombre de mi madre.

—Claro que sí.

—¿Tengo a mano una prima?

—No.

—Thelu, dame paciencia para no... —Ben me miró con desaprobación, así que me guardé lo que iba a decir—. No te gusta ponerme las cosas fáciles, ¿verdad?

 𝚂𝚒𝚗 𝚂𝚊𝚗𝚐𝚛𝚎 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora