26 | Alessandro

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Salió de la nada. Ese coche salió de la nada y yo no pude hacer nada para evitarlo.

Unos frenos contra el asfalto es lo último que escuche antes del impacto.

Estaba adolorido, me dolía todo. Pero solo podía pensar en una cosa.

Valentina.

Estaba tumbada a unos pocos metros de mí. No respondía. No se movía.

Grité. Pero seguía sin reaccionar.

Pensé en lo peor. Y me dolió con todo mi corazón.

Traté de levantarme.

—¡No te levantes! —gritó alguien en mi alrededor. Pero no lo escuché. Solo quería llegar a donde estaba ella.

Me arrastré como pude hasta que la tuve en mis brazos.

La abracé con fuerza. Sabía que no podía hacerlo, pero en este momento me importaba una mierda lo que podía hacer y lo que no.

Traté que reaccionara, pero no funcionaba nada. Estaba desesperado. No podía perderla, no a ella.

Tenía algunos cortes en la cara, y muchos rasguños en todo su cuerpo. Su plumón no había ayudado en nada, se había rasgado y estaba todo el suelo lleno de plumas. No podía sentir su respiración.

Me dolía todo. Pero no me podía separar de ella.

Los segundos parecían horas. Los minutos parecían años.

Lloré. Lloré por primera vez en muchos años. No soportaría perderla, y aún menos de esa forma.

A lo lejos se escucharon sirenas, cada vez más cercanas.

Y antes de que me pudiera dar cuenta, me la arrebataron de mis brazos.

—Tranquilo —me dijo un chico que estaba a mi lado—. Deja que ellos se ocupen. Está bien, estará bien —me aseguró. Pero no sabía si creerlo.

La subieron a una camilla y rápidamente le pusieron oxígeno. Se la llevaron en la ambulancia.

Me quedé ahí, inmóvil. Sin poder reaccionar.

Unos segundos después llegó una segunda ambulancia y en menos de un segundo tenía al chico de la ambulancia atendiéndome.

Me hizo muchas preguntas, pero no pude responder a nada. Me hizo unos exámenes rápidos y luego me subieron a la ambulancia. Me dieron un tranquilizante y me dormí. Estaba demasiado cansado y me dejé ir.





Me desperté de nuevo en el hospital, seguía adolorido, pero los calmantes parecían hacer efecto. Estaba rodeado de doctores y enfermeras. No tenía ánimo de levantarme. No sabía cuánto rato había estado dormido.

Traté de moverme. No pude, el cuerpo me dolía demasiado.

—Tranquilo Alessandro —dijo un chico que parecía ser el doctor—. Te has llevado un buen golpe. No trates de levantarte de golpe.

Asentí levemente y me quedé tumbado en aquella cama. Era incómoda.

—¿Cómo está Valentina? —pregunté mirando al doctor.

No me contestó, en lugar de eso observó a todo su equipo. ¿Por qué no me decían nada?

—¿Cómo está? —insistí.

—Por ahora es mejor que descanses —dijo una enfermera—. Hay alguien que quiere verte.

Todo el equipo salió y me quedé solo en esa sala. Me incorporé como pude.

Entre París y BerlínWhere stories live. Discover now