13 | Valentina

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Había pasado una semana desde que había visto la foto de Alessandro. Una semana desde que había estado ignorando todas sus llamadas y sus mensajes. Aunque seguramente tampoco le importaba demasiado, pues tampoco había insistido mucho.

Durante esta semana tampoco he hablado mucho con Carolina más que las cosas básicas para convivir juntas. No os voy a negar que la extraño, pero no extraño hablar con ella, extraño lo amigas que solíamos ser antes de venir a aquí. Y quizás es por esta razón que muchas veces me pregunto si venir a Milán, había sido la mejor decisión o había sido un completo error.

Tampoco me atrevía a decirle nada, no querría que se enfadase conmigo, y aún menos por lo que seguramente era una estupidez. Estaba harta de pelear por lo mínimo.

Se estaba acercando el mes de octubre, por lo que el volumen de exámenes y trabajos que teníamos empezaba a aumentar por cada día que pasaba. Por suerte, y doy gracias a dios, la cafetería en la que trabajábamos nos dejaban avanzar con los trabajos siempre y cuando no tuviéramos clientes que atender, cosa que me permitía ser bastante flexible con mis estudios y me permitía aprovechar más el tiempo.

—¿Tú crees que si he hecho el trabajo de una página más a lo permitido me lo va a suspender? —pregunté a Luca, quien estaba acabando de limpiar la máquina de café.

—Sí.

—Vaya. Gracias por los ánimos.

—Tú has preguntado.

—Vale, sí, pero tampoco me esperaba esa respuesta.

Ahora me tocaba acortar un poco el trabajo para que cumpliera con los requisitos que había puesto la profesora y que así no me suspendiera.

—Déjame ver como te puedo ayudar a acortarlo —comentó mi amigo tomando mi ordenador.

Y tal como me quitó el portátil se puso rápidamente a hacer varios cambios que yo no podía ver.

—¡Oye! Déjame ver. —Me ignoró por completo y siguió a lo suyo.

Intenté ver que fue lo que hacía, pero me fue bastante imposible debido a la diferencia de altura que teníamos.

—Ve a atender a los clientes —comentó a la vez que la campana que teníamos puesta en la puerta sonaba, dando paso a unos clientes.

Levanté mi cabeza y suspiré negando.

—¿No puedes ir tú?

—¿Yo? Pero si son tus amigos —comentó mientras se quedó viendo como Fabio, Bianca y Alessandro se sentaban en una de las mesas.

No tenía conocimiento de que hubiera vuelto ya. Fabio me había dicho hacía un par de días que se había ido a cuidar a su madre porque le había pasado, no sé que.

Sin tener mucho más remedio, tomé mi pequeña y diminuta libreta en la que me apuntaba los pedidos y me acerqué a ellos.

—¿Ya sabéis lo que queréis? —les pregunté mirando a la mesa.

—No sé los otros, pero yo voy a tomar un latte —dijo Fabio, mientras miraba a sus amigos.

—Yo voy a tomar ese batido de frambuesa que he visto que enunciáis en la entrada —dijo Bianca.

—¿Con café o sin?

—Con café.

Asentí apuntando sus pedidos y miré a Alessandro, siendo el único pedido que me faltaba apuntar. Deseaba ir rápido y así evitar hablar con ellos lo mínimo posible.

—¿Y tú? —le pregunté suavemente—. ¿Mocha de caramelo?

—Ese mismo —dijo mientras me miraba y me entregaba la carta de las bebidas.

Entre París y BerlínWhere stories live. Discover now