28 | Alessandro

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Las sesiones con el psicólogo del hospital no acababan de funcionar, al menos no conmigo. Había aceptado ir porque me lo recomendó el médico. Según él iba a ser bueno hablar de lo que pasó con alguien y me recomendó ir con su psicólogo.

Por alguna razón terminé aceptando y consiguió meterme en su horario. Pero estar ahí me hacía replantearme mi decisión. Acudía cada día por la tarde. Pero la cosa no avanzaba.

Hablar de lo que pasó no me parecía la solución. No me salía hablar de ello. Dedicábamos las sesiones a hablar de otras cosas.

—Debes hablarlo con alguien Alessandro —me dijo el doctor.

Según él tenía algo así como una conducta evitativa, lo había mencionado en la sesión. No hablamos mucho durante esa hora. Nuestra dinámica se basaba en sentarnos y dejar pasar el tiempo. De vez en cuando él hacía una pregunta y yo respondía.

—¿Por qué aceptaste venir si no vas a tomarte las sesiones en serio? —me preguntó.

—No lo sé. Porque hay algo que me incita a venir. Pero nada más —respondí sinceramente.

—Tranquilo. Cuando estés listo para hablar, sabes dónde está mi puerta. Hemos acabado por hoy.

Abandoné aquel despacho sin dudarlo ni un solo segundo. Observé la hora y me fui hacia la habitación de Valentina, quien a esas horas ya estaría esperándome como cada día.

Al llegar a la puerta escuché unos murmullos que venían de dentro. Esperé afuera, no quería interrumpir la conversación. Pero entonces escuché mi nombre, y supe que no iba a ser bueno. Así que decidí entrar.

En efecto, Valentina no estaba sola, estaba acompañada de Carolina. Y yo que pensaba que esas dos no se hablaban.

Pero Valentina parecía distinta, me miraba distinta. Parecía haber llorado.

—¿Es verdad? —me preguntó sollozando.

—¿El qué? —dije confuso. ¿Qué estaba pasando ahí?— ¿Está todo bien?

Quise acercarme a ella, pero no me lo permitió y puso distancia entre ambos. No acababa de entender por qué se comportaba así. Hasta que me lo preguntó. Ahí entendí todo.

—La noche de Halloween. ¿Es verdad que la besaste? —me preguntó entre lágrimas y supe de inmediato a qué se refería. Isabella.

Estaba claro que su amiga le había contado algo.

No la miré, no pude hacerlo. Era consciente de que no tendría que haber pasado nada con Isabella esa noche. A pesar de que, en efecto, fue el último día que la vi. Había sido muy insistente conmigo, llegando al punto de que acepté a cambio de que me dejase en paz. Fue una estupidez, lo sé.

No dije nada. No pude confirmarlo, pero tampoco pude negarlo. Había pasado, y mentir no me parecía la opción correcta.

—Valentina... —traté de decir.

—Vete —dijo secamente. Sus palabras reflectaban dolor. Un dolor que yo había causado.

—Cariño... —Si tan solo me dejase explicarme—. Déjame explicar.

—Vete Alessandro. No te quiero ver. No ahora.

La miré unos segundos, pero ella no me miraba. Estaba llorando, era consciente de eso. Y me mataba no poder hacer nada, no poder acercarme y decirle que todo iba a estar bien. No pude porque era un dolor que yo provoqué. Y por mucho que me dolía decidí darle su espacio.

Salí de esa habitación y fui hacia el apartamento. No me parecía correcto quedarme ahí. Puse algo de ropa en una mochila y me fui hacia la residencia. De camino fui avisando a mi amigo de que estaba de camino, y antes de que pudiera protestar, le colgué el teléfono.

Entre París y BerlínTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang