12 | Valentina

128 12 0
                                    


—¡Vamos a llegar tarde como no te despiertes!

Me levanté de la cama de golpe, por culpa de los gritos de mi querida compañera de piso y mejor amiga.

—Aless... —empecé a decir antes de darme cuenta de que mi cama estaba vacía. Alessandro no estaba, se había ido.

No quiere que Carolina lo vea aquí, fue lo primero que se me ocurrió pensar. O quizás ni siquiera se había quedado a dormir. Me había dormido mucho antes que él, y estoy segura de que se había marchado una vez, me dormí.

Traté de que no me afectase mucho y me levanté para ir al comedor, donde mi querida amiga seguía dando gritos como una loca diciendo que íbamos a llegar tarde a no sé bien que sitio.

—¿Se puede saber por qué gritas? —Le pregunté con calma.

Ella me miró como si no pudiera creer que le estuviera preguntando eso.

—Quedamos en ir a casa de Isa para hacer el trabajo que tenemos para el viernes. ¿Acaso no te acuerdas?

Para el viernes teníamos asignado un trabajo que se hacía individualmente, pero aun así la gente se juntaba para hacerlo juntos y así poder ir ayudando a los compañeros.

Carolina me miró como si fuera obvio lo que me estuviera diciendo y asentí.

—Paso.

—¿Cómo? —Preguntó extrañada.

—Qué paso de ir Caro, prefiero quedarme aquí y hacer el trabajo yo sola sin que nadie me moleste.

—¿Me lo estás diciendo en serio?

—Sí. Así que por favor, cuando te vayas cierra bien la puerta —dije dirigiéndome hacia la cocina para encender la cafetera y hacerme el primer café de la mañana.

Abrí la nevera para calentarme un poco de leche y la mezclé con el café. Escuché la puerta principal cerrarse, así que supuse que Carolina ya se había ido.

Seguidamente, abrí mi ordenador para empezar a hacer el trabajo mientras desayunaba un poco, aproveché también para llamar a Alessandro. Pero me pasé más de cinco minutos frente su contacto. No me atrevía a llamarlo, quizás me daba miedo a que se hubiera ido porque no quería estar ahí o por cualquier cosa de las que está pasando por mi cabeza en ese instante, y no todas esas ideas eran precisamente buenas.

Finalmente, y tras toda la mañana, conseguí avanzar bastante con el trabajo. Había estado hablando con un compañero, Félix, quien el otro día me estuvo ayudando con un ejercicio que hicimos en clase. Fue muy simpático y a raíz de esto empezamos a hablar. Me explicó que él también venía de España, más concretamente de Murcia, pero que ya llevaba un par de años viviendo en Italia.

Gracias a él, conseguí avanzar con el trabajo, debido a que me encontraba bastante estancada con este. Iba a salir con Félix esa misma tarde para ir a una librería y a una papelería, pues necesitaba comprar un par de cosas y en cuando se lo comenté se ofreció a acompañarme.

Nos encontramos en el centro de la ciudad, justo delante de la catedral. La plaza estaba llena de gente, en especial turistas, al ser fin de semana y temporada de verano. Caminamos por esas calles antiguas que estaban llenas de tiendas pequeñas y artesanales hasta que tras unos diez minutos llegamos a una librería que tenía pinta de ser bastante antigua.

La fachada estaba adornada con unos pequeños detalles arquitectónicos, que eran claramente de hace muchos años, acompañados por grandes ventanales que enmarcan la entrada, a través de los cuales se pueden ver los libros apilados y una débil pero acogedora luz en el interior.

Entre París y BerlínWhere stories live. Discover now