1 | Valentina

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El sol brillaba con intensidad mientras el casero, finalmente, y tras mucha espera, nos entregaba las llaves del que a partir de ese instante iba a ser nuestro nuevo apartamento. Aparentemente, cerca del campus universitario de la universidad de Milán, en la cual íbamos a iniciar el primer curso de psicología.

Tras varios meses de planificación y preparativos, finalmente habíamos dejado atrás España para empezar nuestra nueva vida en Italia. No había sido nada fácil, pero finalmente y tras mucho esfuerzo, lo habíamos logrado. Estudiar en la universidad de Milán había sido mi sueño desde que era pequeña, mi abuelo me contaba lo bonita que era la ciudad. Él estuvo viviendo en Milán durante unos cuantos años, hasta que se enamoró de mi abuela y se fueron juntos a vivir a España.

Si no fuera por Carolina, mi mejor amiga, no me hubiera atrevido a adentrarme en esta pequeña aventura. La conozco desde que íbamos a la secundaria, desde ese día siempre había estado conmigo. Nos volvimos carne y uña de inmediato.

Por primera vez, abrimos la puerta de ese apartamento que habíamos conseguido a un muy buen precio. Era acogedor y lleno de promesas. Un espacio que íbamos a transformar en nuestro hogar. No era muy grande, pero era más que suficiente para nosotras dos. Con dos habitaciones, un baño, una cocina abierta y un acogedor comedor. Las paredes eran blancas, y la mayoría de muebles de madera.

Apenas me había traído una maleta grande llena de ropa y una mochila con algunas otras tantas cosas. Al contrario de mi amiga, quién se había traído cuatro mil maletas.

—Me parece increíble que ya estemos aquí, Tina —dijo Carolina, su voz estaba llena de asombro y emoción.

—Espero que todo esto valga la pena.

—Seguro que vale la pena —me aseguró mientras me miraba—. Eso sí. Me quedo con la habitación más grande.

Asentí sin tener mucho más remedio. A decir verdad me daba bastante igual si mi habitación era más grande o más pequeña mientras fuese suficiente. Las habitaciones estaban una al lado de la otra. Ella se quedó con la que estaba situada a la derecha, que quedaba más cerca de la puerta principal, y yo me quedé con la otra.

Abrí la puerta y me encontré un espacio pequeño con una forma rectangular. Las paredes estaban pintadas de blanco, lo que hacía una sensación de amplitud y luminosidad. Al entrar lo primero que encontraba a mi izquierda era un pequeño armario de color blanco. Este tenía dos puertas, de las cuales una era un espejo para poder cambiarme y ver el outfit. Al lado del armario había un pequeño escritorio de madera que estaba situado en la pared para aprovechar mejor el espacio. Enfrente de este hay una silla de oficina negra que parecía bastante cómoda para estudiar. En la pared del fondo había una ventana, no era muy grande, pero sí lo suficiente para iluminar toda la habitación con la luz natural. En la otra pared se encontraba la cama vestida con unas sábanas blancas. En las paredes había algunos estantes de color blanco para poder dejar algún libro o alguna cosa.

Realmente era una habitación bastante acogedora y me gustaba bastante más que cuando la vi en la foto del anuncio. Sin pensarlo mucho más, dejé la maleta que me había traído encima del escritorio y empecé a colocar toda mi ropa en el armario.

Al traer una maleta pequeña no tenía mucha ropa, prefería ir un día a un centro comercial y comprarme alguna cosa, a llevarme una maleta enorme. Una vez tuve mi ropa ordenada y colocada en el armario, procedí a ordenar todo lo que me había traído en la mochila: el ordenador, los cargadores, unas pocas libretas, algún libro y alguna foto con mi familia que iba a poner por ahí.

Lo dejé todo bien ordenado, si en una cosa destacaba era el orden. El ordenador y las libretas encima de la mesa, los cargadores en un sitio escondido para que no se vieran mucho, los libros y la foto con mi familia en la estantería que había en la misma pared que el escritorio.

Entre París y BerlínWhere stories live. Discover now