10 | Valentina

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El sábado fue bastante tranquilo, al menos por la mañana. No hice gran cosa más que ordenar un poco la casa, ir a comprar algo de comida y avanzar un poco de la novela que estaba escribiendo, pues hacía bastantes días que no agregaba una sola palabra en el documento. Eso era algo frustrante para mí. Había días que podía escribir capítulos enteros sin interrupción, y otros en los que el documento se quedaba en blanco. Y eso habían sido estos días, unas páginas en blanco.

Los lectores ya empezaban a impacientarse y a pedir una actualización de la historia, por lo que me tocaba ponerme a escribir, aunque sea un poco para poder acabar el capítulo en cuanto antes y así poder hacer una actualización de la novela que todos ansiaban.

No hablé mucho con Carolina, estaba enfadada conmigo por no haber ido con ellos. En parte entendía que se hubiera enfadado, pero por la otra parte se me hacía extraño que estuviera enojada por una cosa así, que al final del día puede ser una tontería.

Quería hablar con ella, de verdad quería. Odiaba estar enojada con ella y aún menos que fuese por eso. Llamé a la puerta de su habitación, pero no hubo respuesta. Así que volví a llamar.

—Voy a entrar —advertí antes de abrir la puerta.

—¿Qué quieres? —me preguntó con voz modesta.

—Querría hablar contigo. No quiero que estés enfadada por lo de ayer.

Mi amiga, que estaba "leyendo" un libro, me miró de reojo y negó.

—Ya, pues por si no te ha quedado claro, yo no quiero hablar contigo.

En el fondo sabía que iba a ser difícil. Carolina era una persona que podía llegar a ser bastante rencorosa y orgullosa cuando quería, y eso muchas veces dificultaba el poder hablar con ella de las cosas que habían ocurrido.

—Solo te estoy pidiendo cinco minutos —insistí.

—Y yo no tengo cinco minutos. Por si no lo ves, estoy leyendo —pronunció levantando el libro que tenía entre sus manos.

—No estás leyendo. Tienes el libro al revés —señalé la portada del libro con las letras que se podía ver claramente que estaban al revés—. La gente usualmente no lee los libros así.

Cerró el libro de golpe y lo dejó en la mesa que tenía al lado de la cama para después mirarme.

—¿Qué quieres?

—Hablar, ya te lo he dicho.

—Pues suelta, que no tengo todo el día.

Abrí la boca para hablar, pero las palabras no salieron de mi boca. Me alcé de valor y lo intenté de nuevo.

—No me gusta que ayer te hayas enfadado porque no haya ido con vosotros. Ya había hecho planes y eso tú lo sabías. Y aun así esperabas que fuese con vosotros.

—Claro que sí. Somos tus amigos Valentina.

—No —protesté negando—. Tú eres mi amiga. Los otros son solo personas que he conocido hace apenas una semana, no son mis amigos. Quizás son los tuyos, pero no los míos.

—¿Y Alessandro sí que lo es? Porque te recuerdo que desde hace bien poco pasaba completamente de ti.

—Alessandro estos últimos días ha sido más amigo que cualquiera de ellos.

Estaba furiosa, no tenía derecho a meterlo en la conversación. No ha sido él quien se ha equivocado, sino ella.

—Han estado intentando que me sienta bien con ellos, no juzgan mis decisiones y en especial no me hacen menos —dije mirándola—. Así que sí, quizás hace unos días pasaban completamente de mí, pero al menos ellos sí están tratando de ser mis amigos Carolina.

Entre París y BerlínWhere stories live. Discover now