7 | Valentina

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Alessandro no tardó ni un segundo en salir de ese lugar cuando se abrió la puerta. Pude escuchar algunas risas y algunos comentarios por lo bajo. No era muy consciente de lo que había pasado ahí adentro, pero sí estaba segura de una cosa: había besado a Alessandro Benedetti.

No me pude quedar en aquel lugar, así que recogí mis cosas y salí de la residencia en la que se había hecho la "maravillosa" fiesta universitaria.

Ese fue la última vez que hablé con él. El siguiente día no me respondió los mensajes. Ni el siguiente. El lunes me propuse pasar de él y centrarme en las clases de ese día.

Llegaba tarde a mi primera clase, me había dormido. Me tocó vestirme y desayunar corriendo, casi lo tuve que hacer mientras salía de casa. Carolina había salido antes, había quedado con Isa o algo así, me había dicho.

Llegar a la universidad me demoró unos veinte minutos. Al llegar miré el reloj y suspiré con tranquilidad. Apenas iba a llegar un par de minutos tarde, cosa que me sorprendió porque, salí de casa diez minutos tarde.

Al entrar al edificio me sentí el personaje principal de una película. Todo el mundo me estaba mirando. Me giré para ver si había alguien más detrás de mí. Pero no, me estaban mirando a mí mientras algunas chicas comentaban entre sí.

No entendía por qué todos me miraban, y a pesar de que me sentía avergonzada, intenté no darle mucha importancia. Aunque os podéis imaginar que no es muy fácil pasar por desapercibida cuando literalmente estoy siendo el centro de atención.

Fui a recoger los libros de la taquilla que me habían asignado el primer día y me dirigí a la primera clase del día. En ningún momento vi a Carolina o a Isa, cosa que me extrañó porque no suele saltarse clases. Aun así le guardé un sitio por si llegaba un poco tarde.

Un chico que estaba sentado a mi lado no paraba de mirarme. Me prestaba más atención a mí que a la clase. Eso me hizo sentir un poco incómoda, por lo que al terminar la clase decidí enfrentarlo.

—¡Oye tú! —le grité cuando se levantó—. Sí. A ti te estoy hablando.

—¿Qué pasa?

—¿Se puede saber por qué me has estado mirando todo el rato?

—No tengo idea de lo que me estás hablando.

No me tragaba eso, y él lo sabía. Me quedé mirándolo con los brazos cruzados. Estuvimos así unos largos segundos hasta que finalmente habló.

—¿Acaso no lo sabes? Todo el mundo está hablando de ti.

—¿De mí? ¿Y por qué? —dije curiosa. Si estaban hablando de mí, por lo menos quería saber qué estaban diciendo.

—Tú sabrás —respondió antes de darse la vuelta.

—¡Oye! ¡Que no he acabado!

El chico soltó un largo suspiro y me volvió a mirar.

—Los rumores dicen que te lo hiciste con Benedetti en la fiesta.

—¿Pero qué? ¡Eso no es verdad!

Él encogió los hombros y negó antes de irse.

—¡Es lo que dicen! —me gritó.

Vale, eso tenía más sentido. Lo de que toda la gente me estuviera mirando digo. Pero de igual manera se me hacía extraño que la gente comentase eso cuando en realidad no hubo nada. Un beso, nada más. Y no lo hubiera besado si no fuera porque era la única forma de calmarlo en ese instante. Porque si no lo hubiera hecho de otra forma.

Entre París y BerlínWhere stories live. Discover now