CAPÍTULO 20 - ODIO LOS BAÑOS DEL COLEGIO

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Odio el mismo chiste cliché que hace todo el mundo cuando está en la frontera de un país, se ponen a dar pasos para adelante y hacia atrás como si estuvieran jugando a la rayuela, mientras se creen que su miserable gesto le hace algo de gracia a las almas en pena que han tenido que acompañarle en el viaje, porque está visto que sin ellos dicha persona acabaría metiéndose en un lio consecuente a una cadena perpetua. El problema viene cuando dicho ''chiste'' se vuelve una realidad cuando llegas a las puertas del baño del colegio, un solo paso y en cuanto entras en la órbita de los retretes, tu nariz se estruja por el dolor, los pelos de tu bello corporal se alteran deseando ser arrancados, a tu vejiga se le quitan las ganas de ser estrujada y tus ojos son atormentados por un largo camino de pis que conecta dos inodoros, sabes que una vez que entres aquí no volverás a ser el mismo.

Mi desdicha comenzó a las 12:37 en medio de una clase de historia, dado que no me interesa como dos primos de hace decenas de años se casaron hicieron el trenecito y tuvieron un hijo, que en consecuencia el niño les salió tonto por ser primos, entre polvos reales y matrimonios endogámicos muy a mi pesar el aburrimiento llego a mí y sin otra escapatoria posible, pedí permiso para ir al baño.

Sali de mi aula al fondo del pasillo, a los lados, colgados marcos con fotos de todos los alumnos que tuvieron la suerte de graduarse, junto con los profesores que volvieron su travesía algo complicada, entre miles de caretos con acné y aparatos, un cuadro llamo más mi atención que el resto, concretamente uno de 1999/2000, el primer registro de mi profesora de matemáticas en el colegio saque el móvil de mi bolsillo y le saque una foto, nunca está mal recordar a la gente cuando aún tenía pelo.

Algún genio maravilloso tuvo la brillante idea de no solo no poner un baño en mi planta, sino de no ponerlo incluso en las dos siguientes, así que ya exhausto tras haber bajado 3 pisos, dirección al baño, otra vez al fondo del maldito pasillo.

Me gustaría ignorar el hecho de que, al ir a entrar al baño de hombres con poco cerebro, salía de ahí una señora de la limpieza, espero, con una papada más grande que Murcia, una redecilla para el pelo igual de grasosa que unas croquetas y un estimado de 10 kilos por cada dedo de las manos y de los pies, aquel espécimen se quiso poner en contacto conmigo diciéndome.

¿Vas a mear?

Me voy a hacer una paja si te parece.

Vale, pero no manches.

Al menos a la señora se le veía preocupada porque no ensuciara los baños, o mejor dicho porque no aumentara la porquería que ya residía en aquel lugar, si ella es la persona que limpia todo esto me gustaría poder haberla dicho que, si por mi fuera este mes no cobraba, pero como seguramente ya cobraría el sueldo mínimo tampoco la voy a fastidiar a la pobre.

Por fin estoy frente a frente con el baño, una nueva dimensión, miles de nuevos olores deseando atormentarme me esperaban al cruzar esas dos puertas blancas en mal estado, hora de usar una técnica ancestral, entro al baño con la nariz tapada, gafas de piscina para proteger los ojos, mascarilla ffp2 y unas ganas de morirme terribles.

Tras realizar la actividad por la cual acudía a este lugar, salgo corriendo de allí, me vuelvo a encontrar con la señora de la limpieza, me mira con una sonrisa malévola de oreja a oreja, como si su desea de torturar a gente se habría cumplido, me arrastro por las escaleras, y escalón a escalón voy subiendo los 3 pisos correspondientes para llegar a mi clase, los marcos de todos los chavales que se han graduado me miran fijamente, sus rostros han cambiado, ahora todos se ríen, bueno, casi todos, algunos tienen complejo con el aparato y simplemente me miran, logro alcanzar mi clase y totalmente desalmado consigo sentarme, he de tomarme las pastillas para la esquizofrenia. 

ODIO ODIAR TODOWhere stories live. Discover now