CAPÍTULO 19 - ODIO EL PASO DEL TIEMPO

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Quien diría que un libro cutre de un estudiante de 16 años tendría un salto en el tiempo, tras el último párrafo aquí escrito cerré el documento y fue cogiendo polvo entre capturas de pantalla y ejercicios del verbo to be, hasta un remoto día de enero, momento actual y principio de una pájara por volver a escribir un libro.

Ha pasado el tiempo y en un abrir y cerrar de ojos me he plantado en batxiller, he pasado de ser un preadolescente pajillero a un youtuber frustrado y ahogado en sus pensamientos, por suerte en un año he dejado atrás el guardar chocolatinas en una esquina de mi cuarto y he empezado a salir de casa, hecho histórico recapitulado en las memorias de mi vida, y puedo pasar de inventarme las historias aquí escritas, a beberme tres cubatas y más loco que portero de discoteca y antes de levantarme al día siguiente con resaca, narrar las ingentes cantidades de crónicas que han vuelto mi vida en un juego constante de la ruleta rusa.

Con ruleta rusa no penséis que he empezado a apostar en casinos online o que por fin me he vuelto practicante del puénting sin cuerda, ahora me dedico a rezar por adivinar si la respuesta del tercer ejercicio del examen final de filosofía era verdadera o falsa, para mi desdicha era falsa, una cadena de infortunios que me han llevado a un 3 en esta asignatura, bueno, para ser exactos al 2,82, pero tampoco quería presumir.

Nos situamos cronológicamente a tres de enero de 2024, quedan 5 días de vacaciones y cada minuto que pasa más presión recae sobre mi cabeza al no haber hecho los 23 ejercicios de matemáticas que van de la página 67 a la 72 del libro naranja, ni siquiera he pensado sobre qué voy a hacer la exposición por grupos de un mínimo de 15 minutos en tecnología industrial, leído 2 libros para lenguaje y estudiado para el parcial de física o química. Todo esto mientras voy alternando mi atención entre ir escribiendo este libro y ver el vigésimo sexto episodio de la segunda temporada de un culebrón argentino del año 2002.

Menos de 120 horas me separan de volver a estar sentado en la segunda fila de la clase 1 A de batxiller, aula en la que se supone que esta el futuro del país, cosa que dudo porque en el pasar de dos años y de posteriormente 4 o 5 en una universidad yo no veo al chaval que le dan arcadas de al lado mío yendo a recoger un diploma, supuestamente firmado por el rey, mientras su madre le saca fotos con el móvil que le regalo su compañía telefónica.

8:00 de la tarde, creo que ya mencione mi horario de estudio en el pasado, por lo que podéis deducir que he perdido una tarde más de mi vida, mientras pienso que la terrible profesora de matemáticas que corrige los ejercicios igual de rápido que su marido termina de eyacular, con la mano estoy escribiendo en internet el enunciado de uno de los problemas, y como no, otra crisis solucionada por mi prodigiosa mente, el ejercicio donde una caja con 500 monedas es vaciada sobre una mesa, es de la EVAU de 2023 y copiarlo será de un par de minutos.

Cojo el móvil y mando mensajes a mis compañeros para que ellos hagan la exposición, a uno le digo que yo hare la primera mitad, que el haga la segunda, y al otro le digo justo lo contrario, mitad y mitad lo hacen entero, no he hecho nada, y para ambos lo he hecho yo a medias.

Busco los libros de lengua por internet, tras buscarlos por un rato apenas los encuentro en una página de pago, pero me registro con la prueba gratuita de dos meses, los pongo en audiolibro y a escucharlos de fondo.

Por último, el parcial física o química, es el viernes que viene, todavía cuento con 10 días, me limito a pedirle los apuntes al compañero mientras me memorizo la fórmula de como calcular la fuerza, a través de su masa por velocidad, la vida de un estudiante de tecnología promedio es tan dura que casi me dan ganas de hacerme el harakiri. 

ODIO ODIAR TODODonde viven las historias. Descúbrelo ahora