CAPÍTULO 2 - ODIO TENER PRIMOS

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Me esperaba una tarde relajada, o eso creía, mis primos venían a mi casa y eso solo puede significar dos cosas, la primera que decida pasar la tarde con ellos y disfrutar de su compañía, no muy buena, por cierto, o la segunda, estar malhumorado porque lo único que quiero es paz y tranquilidad.

Como valoro mi espacio y a mí mismo por encima de todo y de todos, pido por primera y esperaba que última vez con un tono que rebosaba poca amabilidad y que dejaba ver mi descontento, el abandono inmediato de mi habitación. Al ver el nulo efecto de dicha frase, intento que la abandonen por otros medios, pero al comprobar que esto tampoco tendría efecto y que las consecuencias podrían ser mi estancia permanente en un centro de menores, decido emigrar hacía el baño, sitio seguro, insonorizado, y la razón principal por la que escojo el sito, un inamovible pestillo el cual me salvan momentáneamente de los pollos sin cabeza que andan por mi casa, hasta que mi primo más pequeño tuvo sus necesidades, razón por la que tuve que abandonarlo.

Han pasado 20 minutos, y veo como se desvanece la tarde poco a poco, cuando mi madre se tiene que ir a hacer unos recados, la ira me carcome por dentro, pero como no tengo cuerpo ahora mismo para discutir, decido tragar y callar.

Tras la salida de mi madre del domicilio, me giro y le digo a mis primos.

Dos reglas, la primera estáis en vuestra casa, todo lo que queráis os lo servís vosotros, y la segunda es que bajo ningún concepto os saltéis la primera.

Me dirijo a la cocina, pero un ruido desvía mi atención de la puerta, han tirado al suelo mi ordenador, tras insultarles en cien idiomas conocidos y en otros cien por descubrir, recojo mi ordenador y les echo de mi aposento. 

ODIO ODIAR TODODonde viven las historias. Descúbrelo ahora