CAPÍTULO 10 - ODIO LAS NOTAS

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Todos sabemos que los profesores de matemáticas no tienen vida social, siempre tienen el examen corregido para el día siguiente, viven por y para corregir exámenes, disfrutan de ello, pero disfrutan aún de más cuando llega la hora de poner notas, por cada vez que aprueban un examen se les quita un año de vida y cada vez que suspenden uno se les añaden dos años de vida, dada esta rara condición nunca hemos visto un profesor de matemáticas morir.

Otra cosa que les encanta es poner una corta pero hiriente frase al lado del resultado de la prueba, entre las más comunes se destacan: ¡Para la siguiente vez lo harás mejor! O también ¡me esperaba más de ti, puedes hacerlo mejor!, su repertorio es infinito, aun sigo buscando el final de la lista, pero en todas y cada una de las frases se pueden destacar las palabras, mejor y de ti.

Durante el transcurso de la clase les gusta verte sufrir, es obligatorio tener los ordenadores apagados, evitando así cualquier intento de jugar, también tienen una muñeca entrenada y fuertemente musculada, para no tener impedimentos a la hora de escribir, ya que se pasan horas escribiendo en la pizarra, sus clases se basan en hacer un ejercicio tras otro, sin descanso y sin piedad.

Desde pequeño he querido ser profesor de matemáticas, porque siempre he tenido la vocación de enseñar a los más jóvenes, pero luego me pongo a pensar que del estrés que me generaran los alumnos me quedare calvo y como no cobraré casi nada no poder hacerme un injerto.

Como podéis suponer el contexto de esta historia transcurre en una clase de matemáticas, concretamente después de la del examen y por supuesto los tenía corregidos, los típicos niños que siempre están vigilando en la puerta gritaban horrorizados.

¡Viene con los exámenes!

Yo ya sabía lo que me esperaba.

Sus tacones resonaban por toda la clase, dejo los exámenes encima de la mesa y de tantos que eran se generó una ráfaga de viento, empezó a entregarlos, según los daba se empezaban a escuchar lamentos, paso al lado de mí y dejo encima de mi pupitre el regalito, antes de mirar la nota me dispuse a mirar la frase la cual decía: Tus profesores del año pasado me habían hablado mejor de ti, que decepción me he llevado.

La frase lo tenía todo su mensaje hiriente y las dos palabras clave, veo de reojo la nota, un cuatro con nueve, como acostumbro a hacer la maldigo, la profesora termina de entregar la prueba y dice una frase que cavaría su propia tumba.

Habéis suspendido veinticuatro tenéis que estudiar más.

Procedo a utilizar mi prodigiosa mente mientras todo el mundo grita y milagrosamente a pesar de los chillidos se me ocurre una idea, voy a utilizar mi poder como delegado.

Levanto la mano y tras que la profesora me diese la palabra digo.

Si ha suspendido tanta gente la culpa no es del alumno sino del examen.

Vamos a ser sinceros, la culpa es de los alumnos, porque nadie pega un palo al agua, pero esta frase mágicamente siempre funciona, la profesora se intenta defender, pero la interrumpo y le digo amablemente que no me gustaría tener que hablar con el director, ante dichas palabras la profesora sucumbe y acede a repetirnos el examen. 

ODIO ODIAR TODOWhere stories live. Discover now