16

1.7K 226 204
                                    

- No sabía que me darían una medalla... realmente no hice nada.

- No te menosprecies Nick, salvaste la vida de tu compañero después del accidente con la bomba - me dice Bea mientras me ayuda con los botones de la chaqueta de mi uniforme - es más, te diría que le has salvado la vida a Max dos veces.

Teníamos una fiesta de condecoración todos los soldados que durante el último año habíamos, de alguna manera, sido heridos en misiones y habíamos sobrevivido. Los corazones púrpuras, los llamaban. Tanto Max como yo nos reuníamos hoy junto con muchos otros soldados de diferentes misiones tanto para despedir a los nuestros que ya no nos acompañan, como para celebrar los que hemos podido esquivar a la muerte. Bea se había encargado de ayudarme con mi traje azul reglamentario y botones dorados. Los cuellos de la chaqueta se alzaban hacia mi cuello, a la altura de mi nuez y mi hermana me había ayudado a ajustar el cinturón a mi cintura.

Al menos así parecía un soldado de verdad y no uno a medias, que era en lo que me había convertido.

- ¿Te acerco el bastón?

- Si, por favor.

- Que guapo estás, hermano - me ayuda con los zapatos.

- Si... gracias. Todo es fachada - le digo aunque por como me mira, no me ha entendido.

- Vas a ser el más guapo de todos.

Entonces a la altura del espejo que hay justo en la entrada de la casa de mi hermana, me paro y me doy unos segundos para mirarme por última vez en el espejo antes de salir. 

Maldita sea... me echaba de menos a mí mismo. ¿Eso era posible o estaría volviéndome loco? Me miraba y no terminaba de reconocerme; supongo que cuando tienes que sobrevivir como yo, en aguas en las que nunca has nadado, es imposible salir de ellas estando ileso y siendo el mismo. A pesar de eso, me observaba y me daban ganas de llorar. Todo estos años de preparación y d duros entrenos... todos ellos degradados a este bastón de madera que me había visto obligado a usar por tiempo indefinido, al menos, hasta que me encuentre con la suficiente confianza como para dar dos pasos sin pensar que me caigo.

Puede que el envoltorio que se viera al otro lado del espejo fuese algo muy parecido al Nick soldado que llegó a Irak hacía casi once meses... pero por dentro, ese Nick ya no existía, se había esfumado. Roto. Irreparable.

Lo peor es que comenzaba a entender que nunca más volvería a ser el mismo, esta carcasa que tenía encima jamás la volvería a lucir con el mismo orgullo que lo hice la primera vez que me puse este traje y que juré bandera con Max... ahora mi realidad era otra muy distinta y era que me sentía en todos los ámbitos un hombre a la mitad. Un hombre que posiblemente siempre acabe acarreando una cojera incorregible, que quizás le duela la pierna cada día de su vida y que muy probablemente sea bastante limitado cuando quiera salir a correr.

Y además a todo ello, un medio hombre porque había sido tan cobarde de enamorarse y no ser capaz de reconocérselo a sí mismo.

- ¿Vamos?

Llegamos al pabellón de los primeros. Mi padre, como comandante y responsable de dar las medallas, ya llevaba un tiempo allí y mi madre llegaba minutos más tarde. Max y Mónica llegaron acompañados de los padres de Max, e incluso Lydia llegó para acompañarme en este día.

Este se suponía que debería ser uno de los mejores días de mi vida... no todos los días, ni siquiera a todos los soldados les galardonaban en esta fiesta, ni mucho menos le daban medallas. Sin embargo, estaba allí sometido entre tanta gente, fingeindo una alegría que no sentía y respondiendo con sonrisas que eran falsas... y yo en cambio, solamente me sentía oprimido bajo este traje. ¿De qué me servía llevar una medalla si nunca más podría ser algo servible?

Waterloo | Taynick | Taylor Zakhar & Nicholas Galitzine Where stories live. Discover now