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No sé en qué momento ha ocurrido, pero han pasado tres meses desde que empecé la rehabilitación y tras el verano, acaba llegando mi cumpleaños. Mis veinte años... y me había convertido en alguien que quizás acabe andando y cojeando apoyado de un bastón de por vida. 

Aquella había sido mi revelación en plena mañana cuando el despertador sonó, lo cual no ayudaba para nada a mi humor, pero siguiendo los consejos que Taylor siempre me daba y que había decidido a empezar a tomar en cuenta: "al menos estoy vivo".

Aquella mañana Bea me había despertado entre cánticos de felicitaciones y un pequeño dónut con una vela solitaria, además mi teléfono móvil estaba repleto de mensajes de mis antiguos compañeros y por supuesto, de Max deseándome un feliz cumpleaños junto con la última foto que nos hicimos allí, en Irak. 

Lo que no esperaba fue la avalancha de alegría que me llegó de pronto hacia mi pecho cuando Taylor entró como cada mañana a mi salón. No sólo traía su maletín de todos los días, sino que en la otra mano cargaba un globo de lo más vergonzoso.

- ¿Es aquí el cumpleaños del soldado y paciente más protestón de toda la base? 

Puse mis ojos en blanco pero sonreí sin poder evitarlo. Bea ya se había ido a trabajar así que agradecí estar sólo porque sino, hubiese sido de lo más bochornoso. Pasa por mi lado y coloca el globo en la manecilla de mi silla de ruedas y yo rompo en risas cuando veo lo estúpido y ridículo que se ve todo aquello. A pesar de ello, no me sienta mal. 

- Así todo el mundo sabrá que eres tú el del cumpleaños. 

- ¿Gracias? 

- Venga y ahora, te ayudo para ir a la cama.

- ¿Es una propuesta indecente?

No sabía a qué venía esa broma con doble sentido que había salido sin pensar de mi boca, pero Taylor lejos de tomársela mal, me mira sonriente y me ayuda a moverme sin dejar de hacerlo.

Quizás, siendo objetivo conmigo mismo, debía reconocerme que miraba a Taylor con otros ojos desde que dijo aquello de que le gustaban los hombres. 

- Ya te he dicho que soy un fetichista de los pies y resulta que los tuyos son muy bonitos - responde a la broma con otra sonrisa. Una muy bonita, por cierto.

A diferencia de otras veces, Taylor no me coloca directamente sobre la cama, sino que prueba a ponerse de pie conmigo encima. Es la primera vez que lo hago desde el accidente. Estoy tan feliz de estar de pie, aunque sea con Taylor soportando casi todo mi peso, que no puedo evitar una risa nerviosa a la vez que lo miro como si necesitara confirmar que está ocurriendo; que me estoy teniendo en pie. 

- Cuidado, no apoyes todo tu peso en el pie izquierdo - me susurra sin dejar de apretarme contra su costado.

Mi brazo sigue por encima de su cuello y su mano sigue alrededor de mi cintura, pero poco a poco siento como va soltando muy lentamente su agarre.

- Estoy.. Taylor, estoy de pie.

- Con cuidado, todavía tu pierna no tiene suficiente fuerza - murmura - muy bien, así... 

Poco a poco me voy soltando de él hasta que finalmente sólo quedo sujeto a su mano. No me muevo, ni siquiera me atrevo a respirar... sólo soy capaz de mirar al suelo y juro que quisiera pellizcarme; sólo el dolor intenso de mi pierna es lo que me mantiene totalmente consciente de saber que esto no es un sueño. 

- Taylor... no puedo creerlo - musito antes de que él vuelva a cargar todo mi peso sobre su cuerpo y me deje en la cama, que ya había preparado para los masajes.

- Te dije que estabas mejorando - dice con una sonrisa cuando me deja sobre las toallas y comienza a embadurnarse de crema las manos. 

- Todo ha sido gracias a ti...

Waterloo | Taynick | Taylor Zakhar & Nicholas Galitzine Where stories live. Discover now