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TAYLOR

Parecía que poco a poco Nick se iba relajando conmigo en todos los aspectos, no sólo en lo muscular. Con el paso de los días me estaba dejando conocerlo, justo como ahora. Sabía que no debía acercarme demasiado a él por todos los problemas que podría generarme a mí mismo el hecho de acabar sintiendo de más por una persona que no solo estaba enamorada de otra, sino que además, se rechazaba a sí misma. Pero sin embargo allí estaba yo, sin poder evitarlo, sintiéndome tan atraído como nunca me había pasado.

Era cierto lo que le había dicho de que las sesiones posteriores a la visita de su padre resultaban ser, por lo general, bastante más dolorosas para él y difícil para mí debido a la sobrecarga muscular que él mismo ejercía derivado de la presión que sentía cada vez que veía a su padre.

Pero había una verdad más allá oculta debajo de mi excusa clínica.

Y era que me encantaba ver cómo se derretía bajo mi contacto cuando lo masajeaba sin dolor.

- Mi padre siempre fue muy estricto conmigo - comenzó - siempre me exigía ser el mejor: el mejor en el equipo de fútbol. El mejor atleta, el más rápido, el más fuerte. Nunca eran suficientes las horas de entreno para él, así como nunca eran suficientes mis notas. Era... agotador.

Voy subiendo poco a poco mi roce, siendo delicado pero firme, deleitándome con la sensibilidad de su piel. El cuerpo de Nick era extremadamente sensible a mi roce; en cuanto sentía mis dedos recorrer el camino que yo mismo imponía, su piel se erizaba y su boca exhalaba. Intentaba mantenerme profesional, pero eran en momentos como ese, que su boca estaba entreabierta y sus ojos cerrados mientras su cabeza descansaba sobre la almohada que se me ponía bastante difícil no distraerme.

- Debió ser duro - susurré sin dejar de masajear, subiendo poco a poco hacia su talón.

- Jesucristo.. - musitó cuando apreté levemente el talón de su pie sintiendo cómo comenzaba a liberarse poco a poco - Joder... ¿por dónde iba?

Abre sus ojos y veo como me mira, medio adormilado medio algo más que no sabría descifrar. Muerde su labio y me sonríe y yo me digo a mí mismo que últimamente, quizás sean cosas mías, pero Nick está sonriéndome más de lo habitual.

No. Definitivamente, eran cosas mías.

- Entrenos, exigencia... - digo volviendo mi vista a mis manos, que ahora subían por su tobillo.

- Ah... si, si. El caso es que empecé a alargar mis entrenos por el día y mis horas de estudio por la noche, y al fina, acababa durmiendo con suerte unas dos horas al día.

Lo miro esperando un broma que nunca llega, lo que me hace entender que Nick está hablándome de lo más en serio.

- Así que cuando el sueño realmente comenzó a convertirse en un problema... recurrí a... unas pastillas. Al principio me juré que no las necesitaba y que podría dejarlas cuando quisiera; que en cuanto llegase a la universidad las dejaría.

- Pero no fue así - me adelanté.

- Perdí el control - admitió - y sólo tenía quince años... Esa noche estaba de fiesta y mezclé varias cosas: pastillas, alcohol y unas ocho horas de sueño en siete días en total. ¿Resultado? Me pareció una genial idea tomar el coche de mi padre, para ir en busca de una chica que ni siquiera me gustaba. No sé cuántas señales de stop me salté, perdí la cuenta en la número diez. En una de esas, pegué un volantazo cuando casi atropello a alguien y el coche salió disparado en el aire dando vueltas. Fue un milagro que yo mismo saliese por mi propio pie, pero el coche quedó totalmente siniestro...

- Joder...

- No entré en un reformatorio porque mi padre tenía contactos - musita bajo otro susurro cuando nota mis manos subir por su espinilla - pero a cambio entré en la escuela militar y de ahí, a la base. Por eso soy soldado. Bueno... era.

Waterloo | Taynick | Taylor Zakhar & Nicholas Galitzine Donde viven las historias. Descúbrelo ahora