Robert

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La cita había transcurrido maravillosamente entre risas y miradas pícaras mientras cenaban una comida deliciosa acompañada de un vino rosado que les animaba el alma, al terminar la cena volvieron a casa en el auto escuchando música, Robert condujo hasta su casa, dónde fueron hasta su habitación y se entregó a su pasiones con ella, se sentía ardiendo, necesitado.

Abrió los ojos a la mitad de la noche encontrándose aún muy caliente, con las imágenes anteriores en mente procedió a  autocomplacerse reviviendo el acto en su mente, recordando como se entregaron el uno al otro. Al llegar a su punto límite oyó su voz en su oído.

—Robert -pronunció con un gemido.

—Mack... -soltó al correrse ante el placer.

Abrió los ojos y miró el techo de la habitación, los sueños en los que vivía noches agradables con ella y él despertando para autocomplacerse se había vuelto algo recurrente; una estela de luz se filtraba entre las cortinas atravesando la habitación hasta llegar a la cama donde yacia este acostado, la sábana solo lo cubría de sus caderas para abajo, su torso se encontraba desnudo y su mano a un lado estaba llena de ese característico líquido resultado del placer.

—Soy un enfermo -se dijo luego de unos segundos.

Como todos los días se levantó, se dió una ducha, se vistió, desayunó y fue a trabajar con Jack; había pasado ya año y medio desde la ida de su amada, renunció al colegio, pasear por los pasillos recordandola le dolía y ya que su amigo Jack había abierto una inmobiliaria que había tenido bastante éxito desde el inicio se unió a él en lo que reunía para abrir su propia casa editorial. Denis se había ido a otra ciudad junto con Dani y Gia a la universidad, por más que Robert intentó sacarle información a su hijo para saber algo de Mack, este solo se limitaba a decirle: "No sé dónde está, papá, lo siento".

—Hoy luces especialmente miserable -le dijo Jack entrando a su oficina.

Robert dejó lo que estaba haciendo para quitarse las gafas y frotarse los ojos. No era secreto que su vida no iba nada normal desde entonces, seguía entrenando a pesar de haber perdido mucho peso, pero había dejado de ser participe en los torneos por falta de motivación, se volvió un adicto al trabajo, intentó tener algunas citas con mujeres que conocía, pero nada pasaba más allá de una copa y una conversación formal.

—Todos los días son iguales Jack. Simplemente es como si me hubieran arrancado la mitad de mi alma ese día, el reloj avanza y yo solo lo observo. -dijo en un tono bastante triste sintiéndose estancado.

Jack se preocupaba mucho por Robert, más de lo que debía y no poder ayudarlo le rompía el corazón, él mismo intentó arreglarle citas, pero todo salía mal.

—Rob, ya ha pasado más de un año... ¿No crees que deberías olvidarla y seguir con tu vida? No quiero ser insensible, yo mismo ví el bien que ella te hacía, pero ahora su recuerdo lo único que está haciendo es dañandote, si no te ha contactado es porque ha decidido que cada quién debe continuar con su vida -argumentó preocupado por él.

«Cada quién debe continuar con su vida» -esas palabras se repitieron en su cabeza.

—Todavía no me siento listo para eso Jack, todavía no... -dijo colocándose las gafas y volviendo a su trabajo.

Robert vivía su vida como una eterna rutina, se mantenía despierto hasta tarde escribiendo o editando escritos de clientes, soñaba con ella, se levantaba, desayunaba una taza de café y se iba a trabajar, los días libres solo tomaba asiento frente a la ventana de su habitación a leer y si era un día lluvioso ponía algo de música y observaba las gotas de agua que se precipitaban desde el cielo preguntándose si ella se acordaría de él y si también observaba la lluvia; estuvo así hasta que un día se miró al espejo con atención, había perdido diez kilos, tenía el cabello terriblemente desarreglado y en su rostro había una barba de una semana «¿Qué estoy haciendo?» se preguntó, su corazón seguía roto y la mitad de él estaba perdido, pero en ese momento, aunque todavía sentía que hasta respirar era un esfuerzo enorme, allí ante su reflejo tomó la decisión de seguir adelante, no buscaría el amor en otra mujer, pues estaría engañandose a sí mismo, pero sí comenzaría a avanzar, comenzó a cuidar de él comiendo mejor, entrenando con más ánimo, finalmente fundó su casa editorial, la cuál comenzó a publicar escritos a las pocas semanas, y se mudó a una preciosa casa que estaba cerca de la de su mejor amigo.

Para el día que se cumplían tres años desde la partida de Mack, su mejor amigo lo visitó a la oficina llevando consigo un par de cervezas y hamburguesas para animarlo.

—¿Qué haces aquí? Creí que estarías ocupado con la venta del nuevo edificio ¿O estoy equivocado? -le preguntó Robert saludandolo con un abrazo.

—Por más ocupado que pueda estar, siempre tengo tiempo para mi amigo, sobre todo en una fecha tan dura.

Robert frunció los labios reprimiendo una mueca de dolor, se encogió  de hombros y acomodaron su escritorio para sentarse a comer mientras charlaban.

—Sabes... Creo que va siendo hora de dejarla ir... 

Ante ese comentario a Jack se le atoró su trago de cerveza y comenzó a toser, una vez se recuperó  tomó aire. —¿Qué? ¿De verdad?

No muy convencido Robert asintió. —Sí, Denis no me dice nada sobre ella y por más que intenté buscarla, se ha vuelto invisible, no quiere que la encuentre, así que... Por qué insistir ¿No?

Su amigo iba a decir algo, pero fue interrumpido por tres toques en la puerta, se puso de pie para atender.

—¿Si? -preguntó al abrirla lo suficiente para ver de quién se trataba.

—Llegó esto para el Señor Downey. -le dijo la secretaria extendiéndole un paquete

Jack lo tomó, estaba envuelto en un colorido papel rojo, cerró la puerta y se lo extendió a su amigo. —Me impresiona lo bien que te ha ido desde el inicio, eso habla bien de ti -bromeó. —Así que... ¿Ya podrías considerar sentar cabeza? -le preguntó con curiosidad.

—No sé si sentar cabeza, pero podría intentar salir con algu... -su voz se cortó a media frase a lo que desenvolvió el paquete, resultó ser un libro y al ver su portada, quedó paralizado.

Jack se sintió intrigado, así que se acercó y vio que la portada del libro ponía como nombre del autor: "Mack Anderson", se lo arrebató a Robert de sus manos y lo revisó de pies a cabeza.

—No creo que sea ella. -dijo incrédulo.

—Si lo es, estoy seguro, ella escribía muchas historias, jamás me permitió leer alguna, pero sabía que es algo que quería hacer... -siguió contemplando el libro en sus manos, este tenía una nota dentro, era de un amigo editor.

«Esto llegó a mis manos hace tres semanas, ha sido un éxito, pensé que te podría interesar echarle un vistazo, la historia es muy shakespeariana»

Jack le arrebató el libro para observarlo. —Robert, esto es una locura, no puedes suponer que esto es un señal, es solo casualidad e incluso podría ser otra persona... -comenzó a especular, temía que su mejor amigo se ilusionara y terminara peor si esa loca búsqueda no terminaba como esperaba.

—No puedo rendirme Jack. -se puso de pie velozmente. —La buscaré y la encontraré, si ella está decidida a olvidarse de mi, quiero que me lo diga de frente, que acabe con mi dolor. -se dió golpes en el pecho teatralmente.

Muy decidido, Robert comenzó a investigar sobre el autor de ese libro, estaba seguro de que era ella, pues la historia era la misma que la de la obra de teatro que interpretaron aquella vez en la que, ensayando, la besó ante un auditorio vacío.

Tentemos A La Suerte |#1|Where stories live. Discover now