Capítulo 33: Flores amarillas

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¿Sabéis esa persona que siempre aparece en el momento menos indicado? Si buscáis la definición de desgraciada, os aparecerá una foto mal hecha de mi cara, porque incluso con eso tenía tan mala suerte

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¿Sabéis esa persona que siempre aparece en el momento menos indicado? Si buscáis la definición de desgraciada, os aparecerá una foto mal hecha de mi cara, porque incluso con eso tenía tan mala suerte.

El caso es que llegué a la habitación que compartía con Blair en el peor instante posible. El señor Meyer estaba con ella y, por la forma en la que parecía estar retándole con la mirada, supe que se avecinaba una buena gresca.

Oh, no.

—¡¿Me podéis explicar qué es esto?! —bramó y su tono de voz duro me hizo temblar.

—¿Puedes calmarte? Solo es un beso —se explicó su hija.

Me coloqué a su lado aún con la bolsa de deporte entre las manos. Tenía la coleta deshecha y la ropa llena de sudor, pero no me importó para nada mi aspecto. Lo que de verdad era significativo era que Blair no se sintiese de menos por salir con una chica. Joder, que estábamos en el siglo XXI, por favor, no en la Edad Media.

El señor Meyer empezó a dar vueltas sobre la alfombra como una media. Parecía fuera de lugar con el pelo oscuro repeinado y el traje impecable en comparación con el desorden que reinaba en mi lado de la estancia.

—Esto no puede suceder, Blair. Yo no te he educado para que te gusten las chicas. Una mujer de bien buscaría un buen marido para criar a sus hijos.

¿Perdona?

—No necesito un marido ricachón. Me gusta Lena, papá, y me da igual que no lo apruebes. No eres el dueño de mi vida.

—Si vives bajo mi techo, tendrás que acatar mis normas.

—Tus normas son estúpidas. A mamá le habría caído bien Lena.

—No metas a tu madre en esto —chistó él. Marlon Meyer clavó los ojos fríos en mí por primera vez y yo sentí que se me detenía el corazón—. Me encargaré personalmente de buscarle una nueva compañera, señorita Morgan.

Blair y yo abrimos los ojos de par en par.

—¡¿Qué?! ¡No puedes hacer esto! —replicamos las dos a la vez.

—Estoy sacando buenas notas, mi media ha subido y he medio terminado mi Trabajo de Fin de Curso. ¿Qué más quieres de mí, papá?

—Que me hagas caso. Lo siento, señorita Morgan, no es nada personal, pero no quiero que mi hija y usted se vean más. Estoy convencido que es solo una fase temporal.

—¡No es una fase temporal! —chilló la pelinegra a pleno pulmón—. ¡La amo! Amo a Lena, papá. ¿Cuándo entenderás lo mucho que me lastima que no quieras entenderlo? Soy bisexual y tengo una novia preciosa. Por mucho que intentes separarnos lo único que vas a conseguir es que no quiera volver a verte. A mamá le habría encantado que nos lleváramos bien, pero no puedo hacerlo si no colaboras. Si no dejas de asfixiarme con tus normas absurdas.

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