Capítulo 21: La chica que susurra a los caballos

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Llamé a Tía Adele por Skype para contarle las últimas novedades

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Llamé a Tía Adele por Skype para contarle las últimas novedades.

—¡Qué bien, cariño! No sabes lo feliz que me hace que quieras volver a montar a caballo. Creo que te vendrá muy bien para superar a Relámpago.

Desde el accidente ella siempre había esperado que tarde o temprano volviera a montar. Me había dejado caer en contadas ocasiones que el dinero no era un problema, que tenía el suficiente ahorrado como para que pudiera comprarme otro caballo y volver al ruedo. Entonces yo la había escuchado con escepticismo, metida en el pozo de mierda en el que estaba; pero, ahora, creía ciegamente que podía volver a ser la que era antaño.

Sabía que aún me quedaba un camino largo, pero ya había tomado la decisión más difícil.

—Ya es hora de que vuelva a competir. Echo de menos sentir la adrenalina del momento —admití casi en un susurro.

—Yo también añoro ir a verte, pichoncita. —El puchero que hizo me sacó una sonrisa—. Si quieres volver a competir, necesitarás un caballo propio.

Suspiré. En la pantalla tía Adele se veía estupenda enfundada en un traje de dos piezas: pantalones de vestir negros y una blusa de manga larga suelta. Estaba en su descanso y había aprovechado para charlar un rato conmigo.

—Lo sé. Creo que Lia Harmony podría ayudarnos con el proceso de selección y todas esas cosas. —Me picaban los dedos de la emoción solo al pensar en lo cerca que estaba de poder volver al mundillo y decirle a todo el mundo que se jodiera, que nada podía con Lena Morgan—. ¡Qué ganas tengo!

En la cama de enfrente, Blair alzó la cabeza del último ejemplar que había robado de su biblioteca secreta —¡joder, tremenda biblioteca y tremendo sexo!—. Me lanzó una sonrisita pilla que hizo que se me retorciera el estómago. Podía recordar con claridad esos labios rosados lamiéndose los dedos tras haberme llevado a uno de los mejores orgasmos de mi vida.

La voz de tía Adele me hizo volver a centrarme en su imagen.

—Yo también lo creo. Voy a ponerme en contacto con la señorita Harmony hoy mismo para gestionarlo todo. Quiero que tengas a tu propio caballo cuanto antes para que podáis, así, tener el periodo de adaptación cuanto antes. No quiero que vuelvas a sufrir un accidente tan gordo. No sé si podría superarlo. Otra vez.

Tragué saliva. Tía Adele lo había pasado muy mal cuando ocurrió lo que ocurrió. Solo recuerdo sus gritos, sus «¡Ayudadla, coño!», su llanto cuando ella creía que no la escuchaba. No fui la mejor compañía en el hospital. Me volví huraña y muy seca, autómata. Llegué a desear la muerte incluso. Pero tía Adele había estado ahí para mí, siempre, en el timón.

—¿Qué tal te estás adaptando a Ravenwood? ¿Cómo están tus amigos? ¿Y Blair? Llevas días sin hablarme de ella.

Tosí, tosí bien fuerte. Claro que llevaba unos días sin hablarle de ella. ¿Cómo iba a contarle todo lo que había pasado entre nosotras si ni siquiera sabía qué éramos? ¿Éramos novias? ¿Amigas con derechos? ¿Manteníamos una relación exclusiva o abierta?

Como estrellas fugacesOù les histoires vivent. Découvrez maintenant