Capítulo 19: Más cerca

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Montar a caballo era como montar en bici: una vez que uno aprendía a hacerlo, no se olvidaba nunca

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Montar a caballo era como montar en bici: una vez que uno aprendía a hacerlo, no se olvidaba nunca.

Di una vuelta al galope. Dos. No podía creerme que hubiese sido capaz de hacerlo. Había podido superar mi mayor miedo y todo gracias a Blair. Me temblaba todo el cuerpo y creía que no iba a poder subirme, pero una vez que estuve sobre los lomos de la yegua palomina de Blair, supe que hacía lo correcto. Sentí el hormigueo cálido de la adrenalina recorrerme las venas a medida que Cleo galopaba con más ahínco.

Lena Morgan había vuelto a la equitación.

Apenas había puesto a la yegua al paso cuando me fijé en que había una figura menuda junto a la puerta de madera de la pista. Lia Harmony sonreía de oreja a oreja al ver espectáculo que estaba dando. Sin dudarlo, mandé a Cleo hacia allí y la detuve a tan solo unos centímetros de ella.

—Te has subido —habló echando la cabeza hacia arriba para mirarme. Los ojos le brillaban de la emoción. Lia era una mujer muy legal. Se había portado muy bien conmigo en todo ese tiempo que habíamos pasado juntas y nunca me había echado en cara que no quisiera volver al mundo de las competiciones cuando estaba claro que aún me quedaban años en el mundillo.

—Ajá —solo atiné a articular. De pronto me sentía avergonzada por no estar al mismo nivel de antes, aunque ¿cómo estarlo cuando habían pasado tantas cosas en casi dos años?

—Sabía que para finales de año conseguiría que te subiera a un caballo —declaró con orgullo.

Por el rabillo del ojo vi cómo Blair ponía los ojos en blanco y mascullaba algo por lo bajo. No obstante, tuvo la sensatez de no decir nada en voz alta, no delante de Lia.

Hice una mueca.

—Creo que tengo mucho en lo que trabajar si quiero, al menos, participar en el Gran Slam de doma clásica de diciembre.

La señorita Harmony parpadeó.

—¿Solo vas a participar en el de doma clásica?

Formé una línea recta con los labios para, después, tragar la gran bola de arena que tenía en la garganta.

—Aún no estoy preparada para ir al siguiente nivel.

—Claro que lo estás, niña, y yo pienso entrenarte, tanto en doma como en salto. Tienes ante ti a una ex campeona olímpica de saltos —se jactó, muy orgullosa de sí misma.

—Menuda competición se marcó, señorita Harmony. Yo... —sentí que me ardían las mejillas, pero, aun así, decidí seguir adelante—. Usted me inspiró a querer ser tan buena en la pista. Cuando era una cría, mi tía puso una reposición de los Juegos Olímpicos de 2004 y yo me quedé embobada cuando la vi sobre ese animal que cuando aquello me pareció gigantesco. Desde entonces, le rogué que me apuntara a clases de equitación y el resto es historia.

—Es un honor. —Se enjugó una lágrima que hasta ahora no había visto—. La verdad es que me encantan los caballos y no quería no hacer nada en mi retiro. Por eso me formé para dar clases a los jinetes menos experimentados. Con el tiempo me hice un nombre como entrenadora y, gracias a eso, Marlon Meyer me exigió que dirigiera la escuela cuando la fundó.

Como estrellas fugacesWhere stories live. Discover now