Capítulo 8: Confusa

843 141 11
                                    

Las chicas buenas siempre han estado fuera de mi lista

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las chicas buenas siempre han estado fuera de mi lista.

No quería a niñas estiradas incapaces de mancharse las manos por temor a romperse una uña. Buscaba a alguien que no tuviera pelos en la lengua, que me descolocara; alguien al que pudiera contarle mis mierdas y que no me juzgara.

Pero cuando estabas encerrada en un puto internado para chicos ricos en medio de la nada, eso era pedir mucho.

Todas las chicas que había conocido eran unas pijas de pacotilla. Se creían el ombligo del mundo, lo más de lo más, solo porque sus padres estaban hasta las cejas de pasta. Yo pasaba mucho de ellas; era un alma libre y me importaba un comino lo que opinaran de mí.

No os voy a mentir y deciros que nunca me había enamorado. Hace un par de años estuve liándome a escondidas con Amber Weels, la chica más cañón de mi clase. Lo que empezó siendo un tonteo sin importancia desembocó en una noche llena de manoseo y buenos orgasmos. Desde entonces, nos seguimos viendo hasta que sus padres la sacaron de Ravenwood por algo que a día de hoy seguía sin entender.

Desde entonces solo había tenido rollos pasajeros porque ninguna había despertado un verdadero interés en mí...

Hasta que llegó ella.

A primera vista podía parecer una de esas niñas remilgadas que tanto me disgustaban, con el uniforme impecable, esa sonrisa dulce y la cara de mosquita muerta. Pero luego Lena mostraba otra faceta muy distinta; no dudaba en sacar las garras para defenderse si la molestaban, como bien lo había demostrado cuando la imbécil de Jessica se nos había acercado en el club de hípica.

Ahora la observaba con disimulo desde mi posición privilegiada al fondo de la clase. Ella estaba en uno de los asientos del centro, con Valentina Valverde, Callie Scott y Finn Winchester, la crème de la crème de los aristócratas.

Callie era hija de un multimillonario que había hecho fortuna gracias a su empresa de videojuegos asiático y ella desde bien pequeña había probado cada una de las maquetas. En ese punto, era una de las gamers más populares de todo el país y sus redes estaban a rebosar de seguidores.

Valentina era hija de un magnate español. No la conocía mucho; solo había cruzado palabra un par de veces con ella. Era la típica chica mona, a la que muchos envidiaban y aspiraban ser.

Y luego estaba Finn. Que no os engañe la sonrisa dulce, su carácter tímido y su alma nerd, porque bajo todo eso se escondía el heredero de una de las fortunas más suntuosas de toda Europa.

Fruncí el ceño. ¿Qué hacía con ellos?

Axel me dio un codazo.

—¿Mirando a la nueva?

Arrugué el morro. Aparté la vista del cuarteto para centrarme en mi mejor amigo. Me observaba con una ceja rubia enarcada.

—Me he quedado empanada —mentí.

Como estrellas fugacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora