Recuerdo la primera vez que me había subido a un caballo. No era más que un moco y la sola idea de subirme a ese animal cuadrúpedo alazán me daba mucho miedo. Mamá me había dicho que no tenía por qué estar asustada, que Mickey era muy bueno y que no iba a dejar que me cayera al suelo. Había visto a mi madre mil veces y siempre me había parecido algo admirable. Me acuerdo que le supliqué que me apuntara a clases, porque quería ser tan guay como ella.
Mi primera lección tras muchos años fuera de juego fue mejor de lo que esperaba. Recordaba las nociones básicas, así como algún que otro dato random de mis tiempos como amazona.
Pero lo que más disfruté fue de sacarla de quicio. Me encantó cómo hacía toda clase de esfuerzo por no ser una borde conmigo, por no responder a ninguna de mis provocaciones. Lena era una profesora muy sexy. Me ponía muchísimo el tono autoritario que había usado, lo prieto y sugerente que era el pantalón largo de montar que llevaba y, sobre todo, cómo había solucionado el encuentro con el gilipollas de Jacob.
Jessica y él eran la parejita ideal: ambos eran guapos, populares y asquerosamente ricos. Al igual que mi querida Jess siempre me había tenido entre ceja y ceja, Jacob parecía tener atragantada a Lena.
Y eso lo cambiaba todo. Porque si nos aliábamos, podríamos joderles el doble. Hacerles más daño.
Jacob nunca me había caído bien, ni siquiera cuando tonteaba conmigo en segundo curso de la secundaria. A mí, en cambio, me atraía una chica de mi clase. Para entonces ya había descubierto que me gustaban tanto los tíos como las tías, pero aún no era abiertamente bi porque me aterraba lo que diría mi padre. Le chocó muchísimo cuando decidí hablar con él sobre mi orientación sexual. Lo único bueno que sacaba de que fuera bisexual era que aún tenía posibilidades de terminar casándome con un chico de buena estatus social, según él.
Si supiera el error que había cometido al obligarme compartir habitación con el bombonazo de Lena.
Vale, podríamos decir que me caía mucho mejor de lo que mostraba y que por eso la busqué cuando terminaron del todo las clases equinas. Estaba saliendo del despacho de Lia Harmony cuando la abordé. Llevaba es casco de color negro colgado del brazo, pelo pegoteado a la cabeza por el sudor. El polo verde entallado con el logo de la academia a la altura del pecho le resaltaba los pechos.
Parpadeó al verme aún allí.
—¿No deberías estar haciendo tus cosas, Blair? Hace una hora que ha terminado tu clase.
Me acerqué a ella com una sonrisa confiada.
—Te estaba esperando, gatita.
—Odio que me llames así —refunfuñó entre dientes.
Enarqué una ceja.
—¿Te molesta, amazona sexy?
Apretó la mandíbula, pero no dijo nada al respecto. O, más bien, no pudo. De un momento a otro, un labrador trotó hasta mí moviendo la cola y ladrando. Se me subió encima.
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Como estrellas fugaces
Teen FictionBlair lo tiene muy claro: 1. Ella NO es una chica buena. 2. Las chicas buenas solo traen problemas. 3. Está hasta el coño de vivir encerrada en Ravenwood. 4. Hará lo que sea con tal de salirse con la suya. Pero todo se trunca con la llegada de Lena...