Capítulo 9: Maldita caprichosa

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Mi primera clase de equitación no empezó tan bien como esperaba

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Mi primera clase de equitación no empezó tan bien como esperaba.

—Vamos, Blair, no es para tanto —le exigí por millonésima vez a esa chica.

—¡No pienso subirme! No puedes obligarme.

Solté un taco por lo bajo. Esa pelinegra estaba sacándome de mis casillas. Ni siquiera había empezado la clase como tal y ya estaba perdiendo la paciencia.

—No montes un drama. Cleo es muy buena yegua.

—Tú lo que quieres es que haga el ridículo delante de mis compañeras.

—Ya estás haciendo el ridículo. Deja de comportarte como una niña, que ya tienes diecisiete años, tía.

Blair me fulminó con la mirada y yo le mantuve el gesto, imperturbable. No iba a dejar que esa chica exasperante me amargara la existencia.

El resto del grupo observaba la escena en silencio. Eran un total de seis, sin contar a Blair. Tenían entre nueve y doce años y la más pequeña observaba a la adolescente con mala cara, como si el que me retara y desobedeciera constantemente fuera incomprensible. Cada una de ellas estaba montada en su caballo —sí, SU. Eran principiantes y no se habían subido a uno en su vida, pero ya tenían la suerte de ser las propietarias de un caballo de raza—.

Intenté no perder los papeles. Blair solo quería verme reaccionar. Veía en sus ojos cómo se regodeaba al comprobar que estaba a punto de tirar la toalla. En su boca había una mueca divertida, burlesca. Resoplé. Nunca antes había tenido a una alumna tan desquiciante.

Jugué mi última carta.

—¿Vas a subirte o dejarás que Jessica te vea fracasar?

Los rasgos delicados de Blair se descompusieron durante tan solo unos segundos, lo que duraba el aleteo de una mariposa o el relincho cansado de Cleo, que ya empezaba a impacientarse.

—Esa idiota no va a poder conmigo —masculló mientras ponía el pie izquierdo en el estribo. Se impulsó colocando las manos en la silla de montar negra y, en un parpadeo, por fin se había subido. Estuve a punto de ponerme a bailar.

Le acaricié el morro a Cleopatra antes de ponerme en modo profesora.

—Bien, clase, como hoy es el primer día, ¿qué os parece si veo el nivel que tenéis?

Blair chasqueó la lengua.

—Son niñas, no idiotas. Deja de hablar en ese tono.

Puse los ojos en blanco, pero decidí ignorarla.

—Quiero que hoy Kimmy sea la líder de la tanda. La seguirán Abby, Hope, Gabriella, Zoey y Melody. Blair, cierras el cotarro. Empezaremos yendo al paso.

Una vez que todas estuvieron colocadas en el orden que les había pedido, les fui preguntando una a una las nociones más básicas de la hípica. Me alegró descubrir que todas ya traían aprendizaje de casa.

Como estrellas fugacesWhere stories live. Discover now