Capítulo 28: Citas que terminan en otra cosa

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Estar tantos días alejada de la cárcel Ravenwood y del poder dictador de mi padre fue un respiro que no sabía que necesitaba

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Estar tantos días alejada de la cárcel Ravenwood y del poder dictador de mi padre fue un respiro que no sabía que necesitaba. Por lo general, era capaz de sobrellevar mi estancia en la jaula que mi padre había creado para mí, pero después de todo lo que había pasado entre Lena y yo y no poder estar con ella como a mí más me apetecía... Simplemente necesitaba respirar sin tenerlo observándome a cada rato.

Los dos primeros días me pasé las mañanas enseñando a Lena a esquiar —¿os podéis creer que no supiera?—. Me resultaba hasta irónico que las tornas se hubiesen volcado y que ella pasara de ser mi instructora a mi alumna. He de admitir que la chiquilla pillaba cada lección al vuelo y que solo se cayó una vez y fue porque la arrolló un niño pequeño.

Por la tarde mi chica se quedaba en nuestra cabaña o iba a dar un paseo por el complejo —el resort era un lugar inmenso y, al tener todo incluido, teníamos permitido el acceso a cada una de las instalaciones sin gastar ni un solo franco suizo— mientras Axel, Finn y yo nos íbamos de excursión a esquiar por las pistas y explorarlo todo. Fue cosa de Lena, así que no me miréis así, ¿vale? Si por mí fuera, habría ido con ella, pero había insistido en que no le importaba quedarse unas horas sola.

Y también nos venía bien estar separadas. Últimamente parecía que estábamos pegadas con chicle.

Sin embargo, decidí sorprenderla en nuestra penúltima tarde. Había aprovechado que Axel y Finn se habían largado a hacer una excursión de día por los Alpes a través de las innumerables pistas de esquí que había y que conectaban entre sí. Lena había ido al spa y aún tardaría un buen rato en volver.

Así que di una vuelta por el pueblo que había a tan solo cinco minutos a pie. Ya había estado allí en un par de ocasiones, pero, aun así, me quedé fascinada con cada casa y tienda que veía. Con los tejados cubiertos con una gruesa capa de nieve y el caminito de piedra despejado, parecía salido de una de esas fotografías de influencers que veía en Instagram. El sol brillaba con todo su esplendor en un cielo sin nubes y la nieve de alrededor parecía diamantitos gracias a sus destellos.

Me paseé por la plaza central del pueblo y cuando pasaba por una tienda de barrio, vi algo en el escaparate que tenía el nombre de Lena escrito en mayúsculas. No lo dudé. Entré en el pequeño local y lo compré.

Ya de vuelta en la cabaña y sin ninguna señal de vida de Finn y Axel salvo un «No nos esperéis levantadas», me puse a preparar lo que sería nuestra primera cita oficial. Sí que habíamos salido otras veces, pero nunca habíamos tenido una cita como Dios manda y a mí me apetecía tener una. Porque sí, me gustaba ese tipo de cosas.

En fin, justo había terminado de prepararlo todo cuando escuché las llaves en la puerta de la entrada. Se me escapó una sonrisa. Lena era tan puntual como un reloj.

Se quedó estática en el recibidor al verme en medio del salón, al observar lo que había montado exclusivamente para ella. Sonreí al darme cuenta de cómo parpadeaba.

Como estrellas fugacesWhere stories live. Discover now