Observé la cama vacía por décima vez esa misma mañana. Lena no durmió aquella noche en la habitación. Las sábanas estaban perfectamente estiradas y su lado del dormitorio estaba, por primera vez en la historia, ordenado.
Menudo milagro.
Aunque lo que más me picaba era no saber dónde se había metido. ¿Se habría enfadado conmigo? Intenté recordar si había habido algo que le hubiese podido sentar mal. Pero, ¿tanto como para no dormir en su cuarto?
«¿Dónde te has metido, Lena?», me pregunté mientras hacia a un lado las sábanas.
Me estiré con un gato y, descalza, caminé hasta la ventana para abrir las cortinas de par en par. Fuera todo estaba blanco, cubierto de una capa gruesa de nieve. Sonreí. Me encantaba esa época del año, era mi favorita.
Me arreglé con unas medias por debajo de los pantalones vaqueros, una camiseta interior, una térmica y un jersey grueso de color verde oliva. Culminé mi vestuario con unas botas altas de color negro, planas. Me peiné el amasijo de rizos en dos trenzas boxeadoras y estaba a punto de salir camino al comedor cuando escuché la puerta abrirse. Unas risas lo inundaron todo.
Me quedé estática.
Una cabellera rubia ceniza ondeante y otra de color castaño claro se asomaron por la puerta, el eco de su risa llenándolo todo. Iban la una abrazada a la otra y todavía no se habían percatado de que las miraba con una ceja enarcada. La mujer de pelo rubio tendría la edad de papá, más o menos, y desprendía tanta calidez que me dejó KO durante unos segundos.
Lena le dio un beso en la mejilla. Llevaba la misma ropa que el día anterior, esa faldita divina por la que me gustaría deslizar los dedos, unas medias que me gustaría romperle y un jersey crema que, no sé si lo sabía o no, le marcaba muchísimo los pechos. Pero una exageración. Cuando la tardé anterior la había visto así vestida, había estado a punto de encerrarla en la habitación para follarla, pero tenía que reunirme con la señorita Williams, del taller de artes plásticas, ya que quería enseñarle los avances de mi Proyecto de Fin de Curso.
Verla de nuevo con la misma ropa de anoche me hizo tragar saliva. ¿Podría una chica estar escandalosamente sexy solo con una falda?
Las risas se disiparon en cuanto las dos me vieron, con la llave de la habitación aún entre los dedos y el bolso en la otra.
Lena me lanzó una miradita curiosa.
—Blair, ¿qué haces levantada tan temprano? Pensaba que te quedarías en la cama hasta las diez.
—¿Cuándo me he levantado yo tan tarde? —inquirí con una pequeña mueca. «Además, con todo el ruido que habéis montado, me habría despertado sí o sí», añadí para mis adentros. Ahora entendía que Lena fuera tan escandalosa.
Chascó la lengua.
—Ya, bueno, pero como son vacaciones y todo eso, he pensado que estarías durmiendo —objetó con un leve rubor en las mejillas.
DU LÄSER
Como estrellas fugaces
TonårsromanerBlair lo tiene muy claro: 1. Ella NO es una chica buena. 2. Las chicas buenas solo traen problemas. 3. Está hasta el coño de vivir encerrada en Ravenwood. 4. Hará lo que sea con tal de salirse con la suya. Pero todo se trunca con la llegada de Lena...