Capítulo 32: La verdad siempre sale a la luz

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Lena y yo acordamos que haríamos público lo nuestro el lunes

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Lena y yo acordamos que haríamos público lo nuestro el lunes.

El viernes anterior por la tarde, después de su lección, Lena se quedó entrenando con el grupo de los avanzados y mientras tanto yo lo los observaba desde uno de los bancos que había en la pista cubierta, chocolate caliente en mano. Aún la castaña no le había dado a Lia la buena nueva, así que lo que la vi hacer fue una larga sesión de doma clásica. Aburrido.

Pero para cuando la señorita Harmony dio por finalizada la lección, Lena la llamó, aún subida en Anubis. Observé la escena con la cabeza ladeada. Desde donde me encontraba no podía escucharlas, pero por los gestos que Lena le hacía a su instructora seguidos de una sonrisa deslumbrante supe que tenía que ver con lo sucedido el día anterior.

Vi a la mayor poner un salto vertical mientras la más joven ponía a su caballo al trote. Para cuando enfiló, Lia se encontraba a una buena distancia y observaba a su alumna con una mirada risueña. Fue entonces cuando Anubis empezó a galopar y Lena hizo su magia, porque cada vez que montaba a caballo era como ver a mi propia madre.

Sentí un pinchazo en el corazón. Ojalá estuviera ahí para apoyarme, ojalá hubiese conocido a Lena.

Observé con una ceja enarcada cómo Lena se hacía dueña de todo. Temblad, Jacob y Jessica. Había llegado una nueva reina a Ravenwood e iba a destronaros.

En esas estaba cuando me llegó un mensaje por WhatsApp de Axel.

«¿Quedamos antes en Laketown, quemadita? Quiero tenerte un rato para mí solo antes de que tu novia termine sus clases y te vayas a Lenaworld.»

Hice una mueca al leer tanto ese dichoso apodo como el Lenaworld.

«Solo si me invitas a una Coca Cola ;).»

«Para ser el estereotipo de badgirl no actúas como ella.»

«Que no me guste beber no quiere decir que sea una santa.»

Guardé el teléfono justo cuando Lena se acercaba trotando hasta donde estaba. Detuvo a Anubis a tan solo unos centímetros de mí.

—¿Todo bien? —preguntó nada más detener a semejante animal.

—Sí, no te preocupes, nena. ¿Te importa que me vaya antes a Laketown? Axel quiere que nos veamos.

La sonrisa que esbozó iluminó todo mi mundo. Uh, eso había sonado demasiado cursi.

—Claro que puedes, tía. Sabes que no estás obligada a ver mis lecciones, ¿no?

Chasqueé la lengua.

—Ya, pero me apetecía verte. —Esbocé una sonrisa pícara—. Esos pantalones te hacen un buen culo.

Me deleité al ver cómo se le iluminaban aún más las mejillas.

Como estrellas fugacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora