Capítulo 14 (Edit.)

274 17 31
                                    

→ D A V I D ←

Me despido de Danna mientras ella se aleja hacia el interior de su edificio, suspiro antes de poner en marcha el auto y tomo camino hacia la oficina. Me siento un poco raro hoy, no es cansancio por lo de anoche, creo que más bien estoy algo agobiado. Me froto los ojos mientras conduzco y me detengo en un semáforo, ya casi llegando a la oficina.

Hoy empecé el día más temprano de lo habitual, por lo que seguramente habrán muy pocas personas en la oficina, la verdad no tengo ganas de pasar saludando a medio mundo, mi faceta antipática quiere relucirse.

Miro hacia un costado y me cruzo con un auto deportivo de color rojo que, a juzgar por el modelo, puedo adivinar es un Lamborghini, lo conduce un chico de cabello castaño, quien usa unos lentes de sol oscuros... Mm, por alguna razón se me hace familiar, pero no sé de dónde y, sinceramente, no tengo mucho tiempo para pensarlo cuando percibo el motor de una motocicleta rugiendo al otro lado de mi vehículo, llevo la vista hacia allí y me encuentro a la causante de mis desvaríos: Camila Bisbal.

Aprieto los labios cuando la veo, el conjunto que lleva puesto se ajusta demasiado bien a su figura, la chaqueta de cuero se adhiere a su torso y ese jean azul me llama a observar sus piernas, pero me contengo..., aunque acabo mirando la posición en la que se encuentra y, como su motocicleta es deportiva, la posición en la que debe acomodarse para manejar hace que su trasero resalte y es ahí a donde van a posarse mis ojos.

Joder, qué ganas de apretar esas...

¡Alto ahí, camarada! Sacudo la cabeza y me doy cuenta de que el semáforo está en verde, Camila avanza y los pitidos detrás de mí no se dan a esperar.

Pongo en marcha el auto y así avanzo viendo a Camila, quien se aleja velozmente de mí, me reto a alcanzarla y aumento la velocidad, pero no puedo ganarle, ella llega mucho antes que yo al edificio, así que me rindo cuando la veo ingresando al estacionamiento y reduzco la velocidad para entrar por detrás de ella.

Estaciono en mi lugar de siempre y, sorpresivamente, la motocicleta de Camila está cerca de mi auto: nos separa un espacio reservado para Matías, si no me equivoco.

La observo —sin bajarme del auto— mientras se quita el casco y empieza a quitarse la chaqueta de cuero, revelando así una remera de tirantes de color rosa... Trago saliva en lo que mis ojos navegan por esa piel expuesta, sus clavículas se dejan notar, sus pechos son bien redondos, la piel luce brillante y suave, lo que hace que unas extrañas ganas por recorrer esos lugares con la lengua se hagan presentes, pero no me muevo ni un centímetro de mi lugar.

Deja el casco sobre la moto mientras mete la chaqueta en su mochila, toma el casco otra vez, se baja, guarda las llaves en el bolsillo del jean y se aleja hacia las escaleras.

Solo cuando la he perdido de vista, puedo suspirar y prepararme para bajar, tomo el maletín, mi celular y mis lentes de lectura —que me llevé ayer sin darme cuenta—. Bajo del coche asegurándome de haber activado la alarma y sigo el camino que mi secretaria ha tomado momentos antes, puedo percibir el sonido de sus pasos veloces mientras sube la escaleras y, bueno, me toca hacer lo mismo, ya que quiero evitar los elevadores en lo más posible.

En algún punto dejo de escuchar los pasos de Camila, supongo que ya ha llegado a nuestro piso, por lo que me tomo mi tiempo para subir. Una vez en mi destino, camino por el piso prácticamente desierto, todavía no hay casi nadie en sus puestos de trabajo, me sorprende que Camila venga tan temprano, podría ser una de las pocas secretarias que hace eso.

La chica de los sueños locos ©Where stories live. Discover now