Capítulo 10 (Edit.)

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Es increíble.

Simplemente, lo es, Austin es increíble.

Ha pasado de llorar como un niño pequeño a reír y bromear con mis tíos y primos como si nada hubiese ocurrido. Sé que en el fondo está tratando de no quebrarse de nuevo y ha ignorado a Melanie en la medida de lo posible, pero mi tía lo ha notado de inmediato, es por eso que ahora me ha traído con ella hasta la cocina con la excusa de que le ayude a degustar la comida antes de servir la cena.

—¿Qué sucede con Austin y Mel? ¿Se han peleado acaso? Lucen muy incómodos y ni se dirigen la palabra —me dice tía Ken mientras se ajusta la cola de caballo.

Aprieto los labios y suspiro, evidentemente ella lo notaría, conoce a Austin desde que él y yo somos amigos, y de eso hacen más de diez años.

—No se han peleado, tía. —Ella enarca una ceja como si no me creyese nada—. Han terminado —aclaro.

La mandíbula de mi tía se descoloca y puedo ver pequeñas lágrimas surgiendo en sus ojos.

—¿Pero cómo...? —murmura ella antes de cubrirse el rostro con las manos.

Me acerco de inmediato a abrazarla, mi tía es como un elemento muy maleable: puede ser extremadamente fuerte la mayoría del tiempo, pero se rompe como papel ante las cosas que le llegan al corazón.

—¿Cuándo sucedió eso, Dav? —pregunta entre mis brazos.

No está llorando, pero alguna que otra lágrima se le ha escapado. Me alejo un poco de su cuerpo para limpiar esas lágrimas y ver sus profundos ojos verdes de cerca.

—Hace casi un mes, tía. Ellos ya no viven juntos —le explico.

—Dios... ¿Cómo no me di cuenta antes? —Vuelve a cubrirse el rostro con las manos para después suspirar y envolver mi torso con sus brazos—. Mel ha estado extraña desde hace un tiempo, pero no creí que fuese por algo así...

—Nadie lo esperaría, ellos destilaban amor cuando estaban juntos. —Suspiro.

—¿Por qué terminaron?

Una punzada me atraviesa en ese momento, no sé si debería decirle esto, no es mi asunto, no me corresponde divulgar el motivo, mucho menos con mi tía, que es amiga de Mel y adora a Austin, a su sobrino postizo. Así que hago lo más prudente:

—Creo que yo no soy el que debe contarle eso, tía —murmuro.

—Está bien, tienes razón.

Mi tía se aleja hacia la isla de la cocina, donde están todos los platillos que ha preparado para la cena y voltea a mirarme.

—¿Qué tal se ven? —pregunta.

Examino la mesa fingiendo pensarlo, pues no tengo nada que pensar después de todo, la comida de mis tíos es deliciosa.

—Mhm, nada mal, pero ¿sabe igual de delicioso a como se ve?

La tía Kenia gira los ojos antes de sonreír y pedirme que le ayude a llevar todo a la mesa, lo hago sin rechistar. Pasan unos cinco minutos hasta que tenemos todo servido y mi tía se apresura a llamar a todos. Yo, por mi parte, me lavo las manos en la cocina antes de ir hacia el comedor.

La chica de los sueños locos ©Место, где живут истории. Откройте их для себя