Capítulo 12 (Edit.)

302 20 22
                                    

→ D A V I D ←

Su silueta desaparece detrás de la puerta y vuelvo respirar cuando desaparece de mi vista.

¿Por qué estuve limitando mi respiración todo este tiempo?

Admito que no quería cruzarme con ella después de haberla visto hoy por la tarde, pero la sorpresa que me he llevado no ha sido nada agradable. Ni bien más entrar a ese elevador tuve algo así como un déjà vu, eso no es bueno nunca y lo que predije se ha acabado cumpliendo: encerrados en el elevador de nuevo, pero esta vez a solas, sin nadie para interrumpirnos, ni para escuchar nuestra conversación.

Joder... No puedo dejar de pensar en el color rojo que resaltaba debajo de su remera, esto no es bueno, me estoy exponiendo demasiado a ella, no... no puedo seguir así.

—¿Vas a explicarme ya? —dice Danna.

Dejo de disociar y vuelvo a ver sus ojos de color celeste.

—¿Explicarte qué?

—El por qué de que tu secretaria ande rondando en este edificio un sábado por la noche —dice, como si fuese lo más obvio del mundo.

—¿Y yo qué sé? El mundo no gira entorno a mí, Danna. —Me encojo de hombros, desinteresado.

No quiero que siga haciéndome más escenas de celos, así que mejor es fingir que me da igual haberme quedado encerrado en el elevador con Camila.

—No me trago ese cuento —advierte—. Te doy una oportunidad más, dime la verdad.

Me froto un lado del rostro con la mano izquierda y suspiro.

Esta mujer es tan bipolar...

Hace unos días se apareció en mi «cita» con Camila, luego en mi departamento y después en mi oficina, ha pasado de estar molesta a ser una santa paloma. Eso me olía mal, ver a Danna disculparse por primera vez desde que la conozco me hizo doblegar y al final he aceptado sus disculpas por sus malas actitudes, pero ahora ha vuelto a actuar del mismo modo que hace unos días.

Ah, después de una buena sesión de eso, si me entienden.

Bueno, les cuento: luego de que Camila se fue, Danna me dijo que quería hablar conmigo en privado, así que eso hicimos. Subimos hasta mi departamento, abrimos una botella de vino y acabamos en la cama, ella sonaba muy contenta durante el acto, pero ahora me mira de brazos cruzados mientras usa solo mi camisa para cubrir una parte de su tren superior.

—Mira, solo sé que vino a visitar a una amiga suya, que es mi vecina. Nada más, como ya te dije, el mundo no gira entorno a mí.

Danna me escruta con la mirada antes de ponerse de pie y camina hasta mí, estamos en la sala con el plan de terminar la botella de vino que a penas probamos hace un rato, así que ella me quita la copa para dejarla sobre la pequeña mesa que está frente al sofá-cama y se sienta a horcajadas sobre mi regazo.

Sus dedos se deslizan desde mi bajo abdomen hasta mi cuello, donde acaricia mi piel tentativamente.

—Bien, te creo... —susurra.

La chica de los sueños locos ©Where stories live. Discover now