-Entonces, si el libro existe, ¿está en buenas manos?, ¿cuál es la condición actual del libro?, ¿Posee ambos libros?- otra periodista atacó con preguntas.

-El libro original, o sea, el diario de mi antepasada, está en mal estado. Esto es normal, ¿no creen? Es decir, han pasado quince siglos desde que se escribió por primera vez. Solo conservo unas cuantas páginas originales, sin embargo, nuestra familia se ha tomado a la tarea de re-escribir el libro cuando el anterior se empieza a podrir. Se han respetado hasta las comas, puntos y las faltas de ortografía. El que poseo en mejor estado y es el diario más reciente que se ha re-escrito, data del siglo XIX. Si se dan cuenta, nosotros preservamos esa historia porque es de la familia, es como tener a nuestros abuelos del siglo V con nosotros. No poseo ambos libros, el diario del Rey Francisco lo tienen los descendientes del Príncipe Antonio y, actualmente, no se conoce el paradero de éstos. Solo tengo el diario de la Reina Savannah.

Pasaron más reporteros con preguntas, sin embargo, ninguna era tan relevante porque la noticia que fue tendencia fue la que ella confirmó y comentó: el diario y la historia son real, no dará el libro a algún museo de historia pero si puede compartir las páginas por internet. Terminando la conferencia, ella regresó a su departamento, su esposo la esperaba, él había terminado de trabajar y, desde hace veinte minutos aproximadamente, empezado a cocinar -Hola, amor- él fue a saludarla con un beso.

-Hola, bebé- Samantha respondió su saludo. Era una escritora e ilustradora se había casado con un médico, Francis Re, el cual, le llevaba tres años.

Francis era muy bien parecido, sus ojos azules marinos reflejaban autoridad, aunque nunca la usaba a menos que sea necesario y era su último recurso. Sus cabellos oscuros y lacios recordaban el peinado típico de los emos al principio de los años 2000's, sin embargo, la diferencia de esos peinados y el de Francis, era que esté último siempre traía su cabellera corta y bien peinada.

Ambos comieron y bebieron, en la tarde-noche se sentaron a ver las noticias, pues el libro de Samantha seguía siendo un "boom". -Fran- le habló a su esposo mientras veían la televisión. Estaban acurrucados entre sí. Su esposo la vio -¿Crees en la reencarnación?- preguntó seria, sin embargo su marido río, ella lo vio con enojada.

-Perdón, ¿lo preguntabas es serio?- Samantha afirmó -La verdad es que no, es una creencia oriental, y nosotros somos occidentales, no tenemos que creer en esas cosas a la fuerza...- dijo mientras pegaba a su esposa a su fornido cuerpo -¿Por qué lo preguntas de repente?

-A veces pienso en el diario, y, por momentos, deseo que esas cosas, como la reencarnación, fueran reales...- Samantha se había enamorado de la historia del diario, le recordaba su situación actual con su marido. Ella no era bien aceptada por los padres de Francis, pero con el tiempo, aprendieron a integrarla en su ambiente familiar. La chica siguió hablando -... a veces deseo que ellos volvieran a nacer y, por fin, reencontrarse, enamorarse y casarse sin problemas- se estaba volviendo emotiva, en ese momento quería llorar, no sabía la causa, le era raro llorar por algo así. Francis vio lo que ocurría y cómo se sentía su chica, la abrazó.

-Basta de tristezas, hermosa... ¿ya te lo había dicho, no?- esto último se lo susurró.

-¿Qué cosa?- preguntó Samantha roja. Aunque conoció a Francis desde hace un poco más de cinco años, todavía se ponía nerviosa junto a él, cada día que pasaban se enamoraba más de él y él de ella.

-Que eres la mujer más hermosa que he conocido- la besó, el beso de poco a poco incrementó de uno tierno a uno apasionado, ambos sabían a dónde iban a llegar. Francis cargó a Samantha y se la llevó a su habitación, específicamente a la cama, ella se puso roja cuando vio a dónde se dirigían -¿Por qué te pones roja?, sabes que venimos y hacemos "eso" muy seguido, inclusive desde antes de casarnos- la colocó en la cama. Él amaba ver a su esposa tímida, le hacía lindo saber que Samantha era así.

-Si, pero de noche, no de día- Samantha tapaba su cara para que su esposo no la viera. Éste le quitó sus manos del rostro y se acercó a ella. Le quitó los cabellos que estaban en su rostro.

-Quiero hacerte feliz, mi amor, quiero ser eso para ti, tu felicidad. Cuando ya no lo seas, dime para ver qué puedo cambiar en mí, mi pequeña esposa preciosa- la besó y terminaron lo que estaban empezando. Luego de descansar un rato, Samantha lo vio y lo abrazó, recordó las palabras que le había dicho anteriormente. Tomó la cara de de amante con una mano.

-Te amaré, por siempre y para siempre, ¿entendido?, eres mi felicidad, la razón por la que vivo y respiro. Nunca te dejaré, aunque pasemos dificultades. Estamos juntos en las buenas y en las malas- ambos sonrieron y se abrazaron.

-En las buenas y en las malas...- él le respondió.

El tiempo pasó, ambos eran felices, tuvieron una familia y no había dificultades de ningún tipo, sin embargo, Samantha seguía con la misma duda, ¿será que la Reina Savannah y el Rey Francisco estaban felices en el cielo, o tendrán la oportunidad de volver a nacer, enamorarse, casarse y formar una familia, pero ahora, de una manera más fácil? No sabía por qué pero, desde que sus padres le contaron la historia, la volvió suya.

Deseaba estar en ese tiempo y ayudar a sus antepasados, se obsesionó con ella a tal grado que solo estudió ilustración para poder reflejar todo lo que la Reina Savannah había escrito con su puño y letra. Siempre se preguntaba lo que hubiera sido evidente para una persona que hubiera vivido ambas épocas, la repuesta la tenía en el espejo frente a su cama donde dormía con Francis, sin embargo, ellos nunca lo sabrán...





















... ¿o si?

Diario de una CampesinaWhere stories live. Discover now