Llamado

111 8 2
                                    

-Me encantas- dije mientras planté un beso en sus hermoso pectorales, lo miré -también quiero tener más hijos contigo, pero ahorita no creo que sea el momento adecuado...- hablé mientras estábamos en la cama, mi padre seguía afuera de compras y mi hermano hablando con Regina.

-¿Por qué?- me preguntó extrañado.

-Recuerda que en cualquier momento tu padre te llamará a juicio, no sería bueno para mí ir y venir con un bebé en el vientre, tampoco no creo que sea conveniente para ti. Ya tenemos dos y uno más sería más preocupación para el Príncipe. Ahorita tienes que enfocarte en ganarle el juicio a tu padre para que seas el Rey que quieres ser...

-Por mí no te preocupes, amor, los cuidaré a todos y me preocuparé con gusto- besó mi cabeza -te ayudaré con todo cuando no puedas hacer nada, ahora sí estaré contigo- me miró con los mismos ojos de siempre, sin embargo, ahora tenían más brillo. Él quería apoyarme y ayudarme en todo lo que no pudo hacer hace meses, mi querido Francisco sufrió mucho estando en el calabozo, nunca le he querido preguntar sobre el tiempo que pasó ahí, siento que no podré soportarlo, lloraré. Ya no quería recordar esos tiempos.

-Amor...- fue todo lo que dije pero en tono triste. Él entendió todo lo que yo le quería decir con solo esa palabra. Me besó los labios.

-Así es, no estuve contigo cuando Francisco y Antonio nacieron, pero si llegáramos a tener otro hijo, estaré a tu lado desde el inicio hasta el final, como debe de ser...

-Fran, olvida eso- le dije -Tu estabas allá en el calabozo y yo en el sótano de esa casa, no podíamos estar juntos, es comprensible...

-Pero imperdonable- me seguía viendo, sus ojos mostraban una tristeza, no pude más y lo abracé con todas mis fuerzas para evitar pensar en ello.

-Fran, deja de pensar en eso, ya estamos juntos, estamos los cuatro en familia, como debe de ser. Es perdonable lo que pasó porque no fue intencional, estabas soportando los golpes y castigos que te daba tu padre. Si desistías, nuestros pequeños podían morir. Eso es valiente de tu parte, justifica todo el tiempo que estuviste ausente- sonreía mientras lo veía -¿sabes qué?, hay que hablar de otra cosa...- comencé a besar su cuello con suavidad, él se puso nervioso y rojo.

-¿De qué quieres hab... hablar?- tartamudeaba.

-No sé, de lo que sea menos de esos momentos, piensa...- contesté -... piensa antes de que vengan Milo y mi padre...- así es, había pasado como una hora desde que ambos habían salido, no sabía dónde estaban ni me interesaba, ese momento quería estar con mi esposo a solas.

-Savannah, me gustas mucho- sus manos empezaron a tocarme.

-Yo te amo demasiado- dije. Aceptaba todo lo que él hacía con sus manos, sus caricias eras perfectas, sus manos encajaban en mi cuerpo, no había problema alguno con la posición de sus manos, nunca me lastimaron. Sus labios entraron en acción, pero tocaron la puerta principal -Ya llegó...- suspiré.

-No sé de quién hablas- Francisco trató de hablar, también comenzaba a jadear.

-¿Y si dejamos ésto para otro día?- dije mientras me levantaba -le podremos pedir a mi padre que cuide de los niños mientras nosotros salimos a "comprar"- dije pícara.

-¿Me lo prometes?- preguntó Francisco sin despegar la vista de mi desnudo cuerpo.

-Sí, su Magestad...- dije antes de tomarle la cara y besarlo. Me vestí rápidamente y abrí la puerta. Era Milo, estaba feliz. -¿Qué haces aquí?, ¿no estabas con Regina?- pregunté un poco molesta por interrumpirnos.

-Gracias Savannah, yo también me preocupé porque era de noche y tardé dos horas en regresar...- entró a mi casa. ¿Habían pasado dos horas?, yo creí que una -¿Por qué Francisco y Antonio están en mi cuarto?- preguntó, me puse roja.

Diario de una CampesinaWhere stories live. Discover now