Muerte

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-¡Felicidades, hija!- comentó mi padre en la mañana siguente. Le dije que estaba embarazada. Francisco estaba a mi lado mientras cargaba a los dos bebés, yo lo abrazaba.

-Felicidades, hermana...- dijeron Milo y Amara mientras comían. Regina no habló porque tenía la boca llena, pero me felicitó cuando pudo.

-Si me permite, señor, llevaré a su bella hija a comer fuera por celebración...- habló Francisco pidiéndole permiso a mi padre. Aunque estábamos casado, vivíamos bajo el techo de mi padre y Francisco le mostraba respeto y gratitud por dejarnos estar ahí con ese gesto.

-Claro, ve con ella a donde quieras. No necesitas pedir mi permiso, muchacho, eres su esposo...- dijo mi padre con una sonrisa para empezar a desayunar. Fran y yo salimos con nuestros bebés en brazos. Estábamos vestidos para comer en un lugar refinado, como aquella vez hace un año en mi cumpleaños, sin embargo, ahora estábamos vestidos como la realeza, pues teníamos la ropa de Fran, la que él, Aurora y los reyes les compraron a nuestros hijos mientras estuvimos separados, y los vestidos que la Princesa Margaret me regaló. Llegamos a ese lugar, pedimos una mesa y nos la dieron. Pedimos nuestro platillo y nos lo trajeron. Nuestros hijos estaban sentados en nosotros, Francisco II conmigo y Antonio con Francisco

-Mi amor- me dijo Francisco, lo miré -¿Qué tal si hoy en la noche salimos de paseo a recordar viejos tiempos?- me preguntó.

-¿Y dónde dejaremos a los niños?- pregunté dudosa.

-Dormidos, por su puesto. Saldremos, estaremos en el bosque y luego a pasear por el pueblo por una o dos horas máximo y regresaremos- tomó mi mano y la acarició. Seguimos comiendo y, al terminar, salimos del restaurante para pasear, pasamos por el campo de flores donde me propuso matrimonio. Todas las personas se nos quedaban viendo porque perteneciamos a la Realeza y porque nuestros vestidos eran más caros que los de ellos, me sentía rara.

-¡Qué bellos recuerdos!- dije al caminar por el rosal, Fran y yo sosteníamos nuestras manos mientras que, con el otro brazo, teníamos a nuestros hijos.

-Ja, ja, ja, sí- comentó mientras se reía -recuerdo a la correcta Savannah que no quería casarse conmigo porque me iba a casar con Aurora... Ahora estoy casado contigo y con tres hijos- besó mi mano -eres la mujer más hermosa y bella que he conocido. Eres perfecta...- recargó su cabeza en mi hombro. De vez en cuando hacía eso. Me gustaba.

-Pero en ese tiempo no sabía lo que era mejor, pensaba que teníamos que cumplir responsabilidades dejando atrás nuestros sentimientos, ahora veo que el segundo es más valioso que el primero- besé su cabeza mientras continuamos nuestro paseo. Al llegar medio día regresamos caminando a mi casa. -Padre ya llegué- avisé al abrir la puerta con mi llave. No pude hablar, se me formó un nudo en la garganta -¡Padre!- grité mientras iba hacia él. El bebé que tenía en manos lo tomó Fran.

En mi casa habían tres soldados, uno alado de mi padre y otros dos en una esquina. Estaban muertos, pero mi padre estaba agonizando. Tenía un hueco enorme en el estómago, algunas viceras estaban fuera de él. Me vio y sacó lágrimas. -Hija, mi bella hija Savannah- extendió su mano, se la tomé mientras lloraba a gritos por lo que veía. Francisco, quien tenía a los dos bebés, quiso ir a ver a mi padre, pero primero dejó a los niños en nuestro cuarto.

-Padre, todo saldrá bien, es cosa que te llevemos cargando hasta el barbero para que te opere. Vivirás- mis ojos estaban llenos de lágrimas, me las tuve que quitar para ver bien. Llegó Francisco y se acercó a nosotros, se agachó y me abrazó.

-Hija, tengo casi quince minutos así. Estoy agonizando desde hace rato, mi corazón está acelerado por la sangre perdida. Milo salió muy herido, se fue con Regina y Amara porque lo obligué. Él es joven y tiene mucho por qué vivir, al igual que ellas. Y tú, hija, estás en perfectas manos...- miró a Francisco -Hijo- era la primera vez que mi padre usaba ese término para Francisco desde que supo que era Príncipe -cuídala mucho, y a tus hijos, estoy dando la vida por ustedes...- mi padre empezaba a cerrar los ojos pero los abría lo más que podía para vernos unos momentos más. Lloraba, Francisco quiso mantenerse fuerte, no lloró pero me abrazó con más fuerza.

Diario de una CampesinaWhere stories live. Discover now