Diario de una Campesina

Feliz Primer Mes

Ya había pasado una semana desde que comencé a dar clases y desde que Francisco no tenía trabajo. Estaba un poco preocupada por él, Francisco quería ser el sustento del hogar, pero ahora lo soy yo, cosa que nunca sucede, a menos de que la esposa sea viuda o madre soltera. Tenía miedo de que Fran no se sintiera capaz de ser el cabeza de familia, por lo que le propuse ayudarme con la escuela.

-¿Entonces la "c" y la "h" juntas es otra nueva letra?- preguntó una niña mientras tenía la mano levantada.

-Así es- contestó Francisco. Él me ayudaba a dar las clases desde la Dana pasada.

-¿Y cuál es el sonido?- preguntó un niño.

-Su sonido es "che"- traté de hacer el sonido. Ya habíamos terminado de ver la primera tercera parte de las letras del alfabeto, hoy las estábamos repasando y viendo otras letras, como la "ch","ñ", "ll" y la "rr". Los niños estaban entusiasmados por aprender. Pasó el tiempo y llegó el momento en que les dejaba que jugarán entre ellos, llegó su recreo. Me gustaba ver a los niños correr, sus risas y gritos de emoción me recordaban a mis hermanos, aparte, me imaginaba al posible hijo que podría tener con Francisco, mi esposo.

-Qué bellos, ¿no crees?- dijo Fran mientras me abrazaba con un brazo mi cintura -imagínate tener uno y que estuviera jugando con ellos...- suspiró.

-Ya quiero tener un hijo contigo- le susurré en el oído, se puso rojo por la manera en que se lo dije.

-Podemos ir al cuarto... ahorita...- dijo rojo y nervioso.

-En la noche- lo abracé -¿si sabes que día es hoy, no?- él imitó mi acción pero poniendo sus dos manos en mi cadera.

-Claro, hoy es el aniversario de nuestro primer mes de casados- me susurró. Tomó mi mano izquierda y la puso en su hombro izquierdo, su mano derecha la dejó en mi cadera mientras que, con la otra mano que tenía libre, tomó mi mano y la levantó -voy a enseñarte a bailar, hermosa- me besó -sigue mis pasos, Savannah, Princesa de Rávena- me guiñó mientras me brindaba una sonrisa cálida. Empezó a moverse en círculos mientras que sus pies los deslizaba hacia los lados, era vals. Yo, como no sabía bailar, seguía sus pasos. Francisco hacía sonidos con su boca imitando alguna música que tocaban en el Palacio. -Quisiera que este baile fuera en el Palacio, donde los músicos toquen la más bella melodía para ti, mientras que tú vistieras el vestido más bello y largo del mundo...- me besó y siguió con su música hecha por su boca.

Me sonrojé pero, a la vez, me sentí mal. Francisco extrañaba su casa, su familia, su vida anterior a nuestra boda. Le iba a pedir perdón por ello -Fran, sé que extrañas tu casa y a tu familia, y te quie...- me interrumpió.

-No te disculpes- se anticipó a lo que iba a decirle -es cierto que lo extraño pero, para mí, tú vales más que cualquier Palacio o cualquier piedra brillante y valiosa, quisiera darte tu lugar y llevarte a vivir donde mereces pero mi familia no me lo permite...- me besó. Nuestra conversación fue interrumpida por alguien.

-¡Miren, la maestra Savannah y el maestro Antonio están bailando!- dijo una niña mientras llamaba la atención de todos los niños. Ellos nos vieron y se acercaron, sobretodo las niñas.

-La maestra parece una Princesa bailando con su Príncipe- dijo Bianca, una niña, la más pequeña y la que me tenía más cariño. Tenía razón, desde que me casé con Francisco, prácticamente soy Princesa de los Ostrogodos y la posible Reina si Francisco tomara el mando. Abracé a Francisco, él colocó sus manos sobre mi cintura, en esta posición dábamos vueltas circulares.

-Te amo- le dije a Francisco. Lo besé.

-Y yo a ti- dijo para plantarme un beso más largo y tierno. Las niñas pequeñas se emocionaron por el acto, mientras que los niños hacían ruidos de asco. Fran y yo nos reímos -Si tanto les da asco, vayan a jugar, chismosos- les dijo con voz bromista. Los niños siguieron corriendo mientras que las niñas se quedaron con nosotros. Me senté con mi esposo a mi lado, las niñas se sentaron en forma de "u" frente a nosotros.