Camino y llegada

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Habían pasado varias horas de que salimos de Rávena, el caballo no corría porque se había cansado, por fin le pregunté a Francisco a dónde nos dirigíamos. -Oye, Fran, ¿y a dónde vamos? Claro que no me importa el lugar, solo quiero estar contigo, pero me da curiosidad.

-Nos vamos a Roma, ahí estaremos menos de un mes, nos casamos y nos vamos a otra ciudad, la que tú escojas- habló mientras me volteaba a ver, tenía una sonrisa que me mataba con solo verla. Me recargué sobre él -¿Estás cansada?, puedo parar para dormir un poco.

-No, estoy bien.- cerré mis ojos y, cuando los abrí, Francisco me cargaba en medio del bosque, me colocó en el pasto -¿Qué haces?- pregunté sonrojada.

-Te dormiste hace diez minutos, te ibas a caer y paré- contestó -me adentré en el bosque, vamos a dormir un rato para luego seguir. Necesitamos legar rápido a Roma antes de que los soldados de mi padre me busquen en las grandes ciudades- dijo para ponerme una sábana, era la primera vez que sentía la textura de esta tela, era muy fina y muy protectora del frío.

-¿Entonces por qué no vamos a una ciudad más tranquila?- pregunté mientras me acurrucaba en la sábana gruesa.

-Porque el Rey, sus acompañantes y sus soldados, no tienen permitido ingresar a Roma de inmediato. El Papa y los cristianos están ahí, el rey tiene que esperar, mínimo, un mes y medio para poder entrar. Son tierras donde la autoridad máxima es el Papa- dijo mientras se tapaba con la misma sábana. Me puse roja.

-¿Qué estás haciendo?- pregunté nerviosa.

-Voy a dormir- dijo para abrazarme mientras estábamos en el pasto. Él también estaba rojo.

-¿A... Aquí?, ¿conmigo?- evidentemente me puse nerviosa.

-No traje otra sábana, además, estás fría, mi abrazo te calentará- dijo con voz normal -no pienses mal de mí, Savannah, no me voy a acostar contigo antes de nuestra boda, ni siquiera después de ella sin tu consentimiento- me besó, estábamos mirándonos cara a cara. Mi rostro se puso rojo.

-Es muy raro escuchar "nuestra boda", ¿sabes?- reí nerviosa -Hace unos meses éramos simples amigos, ahora comprometidos, oficialmente- sonrió.

-¿Ahora sí puedo besarte como tu novio y prometido, oficialmente?- me preguntó con una sonrisa

-Cuando quieras- nos besamos y hablábamos de cualquier cosa sin sentido hasta que nos quedamos dormidos. Durante ese tiempo y, hasta despierta, Francisco me abrazaba con delicadeza, no abusó de mí ni tocó.

-Buenos días, belleza- lo escuché hablar suavemente. Abrí mis ojos, era él, mi amado. Me besó.

-Buenos días- susurré con una sonrisa en en rostro. Recordé que teníamos que llegar a Roma antes que él Rey -¿Qué hora es?, debemos irnos ya- me levanté de golpe, mi visión se tornó a negro pero, en unos segundos, se fue, me había levantado de golpe. Francisco tomó mi mano al ver lo que me había pasado.

-Tranquila, son las 8, la boda empezará a las 10, tenemos dos horas para relajarnos y comer. Después nos vamos- eso hicimos. Recolectamos frutas porque eran más fácil de cargar y comimos, guardamos la sábana y nos fuimos, faltaba una hora para ser las 10, ¿cómo sabíamos la hora? usábamos un reloj solar. Hacíamos un círculo en la tierra y colocábamos un palo en medio de éste, así sabíamos aproximadamente la hora. Salimos del lugar, el caballo corría, hasta que pasaban de las 4 de la tarde y se detuvo. Tenemos que comer y beber agua -Voy a buscar un río para traer agua, tú quédate aquí, cuida el caballo y las frutas- me dijo mientras se alejaba. Me quedé en el lugar esperando a que Francisco llegará. Todavía no podía creer lo que estaba pasando, Francisco, el Príncipe desconocido por la gente se casaría conmigo en otro lado para evitar que su padre se lo impida, está listo para dejar a su familia atrás y formar una conmigo. Mientras me hundía en mis pensamientos, el caballo se puso loco, relinchaba sin parar, me alarmé.

Diario de una CampesinaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin