44

940 108 26
                                    





La vida de pronto se vio diferente. Todo lo que vivi meses atrás había sido interrumpido en aquel momento con el anillo que mi hermana compartía con Laurie.

Sonreí abriendo la boca y riendo aireadamente. Rasqué mi nuca y me atreví a hablar.

—¿Os..? —miré a los dos, una frente a mi y otro detrás —¿Os vais a casar?

Observé la cara de todos a mi alrededor. Expectantes ante la situación. Habían temido este momento por mucho tiempo, y yo también, solo que no de esta forma. Pase mi vista por ellos, uno a uno, Jo se veía precaria con el ceño fruncido, Madre con un semblante de pena y Teo confundido. En cuanto a Amy. En su rostro buscaba mi aprobación con sus ojos aterrorizados.

—Si —Laurie a mis espaldas habló. Como se atrevía él a responder la pregunta. Cara dura, sin vergüenza.

—Oh.

«Si sabes la respuesta para que preguntar» mi mente me regañó ante la decepción de mi ser.

Miré a mi hermana, y no me quedó más que alegrarme. Corrí hacia ella y la hundí en mis brazos.

—¡Eso es maravilloso! —me acurruque en ella y sentí como su cuerpo se destensaba sobre el mío. Miré a Laurie aún con Amy en mis brazos —Es maravilloso.

Me sonrió.

No quise aceptar la derrota. No había nada que perder o ganar. Esta todo genial, May. Alégrate.

—Estoy muy orgullosa de vosotros —me separé de mi melliza dando saltos de alegría.

—¿De verás? —preguntó en nervio.

—Por supuesto que si.

No quería que el tema fuese nombrado, así que lo evadí por completo. Como si no existiera, así , evadiéndome mi corazón sufría lo menos posible. Como todo, sin afrontar lo que verdaderamente hay que afrontar.

Me odiaba por ello.

El silencio era demasiado fuerte y sentía que podían escuchar mi interior. Mi mente. Todos me miraban expectantes pues mi rostro -hasta yo lo noté- se balanceaba entre un semblante triste, preocupado y a su vez alegre.

Cogí aire en una buena bocanada y empecé a presentar a Teo. La situación debía terminar.

—Teo —lo levanté agarrándole del brazo, así mostraba mi estado mental y mamá lo notó —. Ella es mí melliza, Amy. También una gran artista.

Los dejé compartiendo algunos monosílabos y me dirigí al chico ya hombre que esperaba sonriendo en la escalera.

—Vamos, señor Laurence —le llamé así a propósito y su rostro cambió. Esa sonrisa se desvaneció y yo, en mi interior sonreí. Posé una mano sobre uno de sus hombros y acariciarlo de nuevo me removió los intestinos.

«Pégale un puño, ahí mismo, te perdonará porque te lo debe» Mi mente me martirizaba y la acallaba con una falsa mueca.

—Teo —llamé su atención y señale al hombre en mis manos como Presentación —. Ya le conoces.

—Si —Laurie habló como si con él fuera. Le examinó de arriba a abajo, y Teo le dio la mano con su natural amabilidad.

Miré la escena. Todo parecía ir bien. Todo lo que no fuera mi cabeza, claro. Me aparté de la escena pues sentía que mi presencia interponía la naturalidad de las cosas. Yo estaba y la sala se tensaba. Yo me iba, y la sala volvía a su ser.

—Voy a por agua —le susurré a Jo y me aparte hacia la cocina.

Me senté en el poyete de la ventana, donde Jo solía contarnos sus cuentos en el desayuno, y suspiré. Me metí en un vacío de leve agonía.

Un par de ojos verdes Where stories live. Discover now