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May cerró la puerta de su casa después de despedirse de su madre. No sabía por qué ayudaba al joven. Tras su última riña, solo hablaban en ocasiones puntuales, y esta era la primera vez que llegaban a tanto contacto después de dos años.
La joven hincaba con dificultad sus zapatos en la hierba del campo hasta llegar a la casa de su vecino. Ya había ayudado a Jo con su conflicto amoroso, ahora tocaba ayudar a Laurie. May tocó el timbre y oyó la hermosa melodía de la casa. Una de las encargadas abrió.

-Cuanto tiempo señorita May -la mujer dijo con una voz muy dulce. May sonrió al ver a Rosie, la ama de llaves con la que juagaba cuando era más pequeña en la casa Laurence.

-Buenas tardes, Rosie -abarzó May a la mujer de unos cuarenta y cinco años largos -. ¿Donde está Laurie?

-El jóven está en su habitación -Rosie no la guió hasta allí puesto que sabía que May conocía su ubicación.

May subió las escaleras haciendo un pequeño y marcado compás con sus zapatos mientras lo acompañaba con su voz. Le encantaba hacer eso vaundo subía esas escaleras. Una vez en el segundo piso, cruzó la biblioteca hasta llegar a la habitación de Theodore Laurence. Tocó tres veces pero nadie respondía así que decidió esperar unos segundos más ya que había posibilidades de que el chico estuviera en la bañera y no quería interrumpir. Nadie abría así que May decidió entrar. No había nadie, ni un alma en la habitación, pero tras ka puerta junto a la ventana se escuchaban movimiento. Era el baño. Laurie estaba allí.
May dejo la cesta con el caldo y alguna mandarinas para ambos en un sillón junto a la puerta, al lado de una pequeña librería con libros coloridos que seguramente a Jo le encantó leer. Se dirigió a la ventana y desde ahí pudo ver su pequeña casa. Acabó sentándose en la cama que está a en el centro de la habitación con telas cayendo del tceho y unas sábanas violetas y burdeos.
El joven salió del baño y se encontró con May sentada en su cama. May dejo de mirar un cuadro frente a la cama para mirar a Laurie. Portaba una bata burdeos con un bordado difsdl en el ponía "Theodore Laurence". La joven rodó los ojos ante tal egocentrismo.

-No te esperaba ahí -dijo el joven mientras se acercaba a una cómoda en la que había una copa de vino. May no le impidió que lo cogiera pero negó con la cabeza en forma de prohibición. El chico sonrió pícaro como un niño pequeño al que le indicas algo pero no hace caso.

-¿No tienes frío? -May preguntó viendo la fina tela que le cubría.

-Si, pero me veo guapo así -se miró al espejo frente a la cómoda y se sentó en el sillón cruzando sus piernas y mirando fijamente a May.

-Eso es, solo te importa tu vanidad -Laurie resopló mientras se acomodaba la espalda.

-¿Por qué eres tan dura conmigo? -preguntó cansado.

-Alguien tiene que serlo -May se levantó y le arrebató la copa a Laurie para llevársela en la mano. El chico estaba muy rojo debido a su estado.

-¿Cuando empezarás tu nueva canción? -Laurie preguntó mirando fijamente a la chica. Observando todos sus movimientos.

-Nunca -May levantó la mirada sin expresar nada hacia el chico.

-¿Ya no cantas?-la chica volvió a bajar la mirada y a mirar el vino en sus manos -¿Por qué?

-May está en Europa estudiando y trabajando como pintora y yo soy una fracasada -dijo alargando su cuello.

-Una afirmación bastante extrema para alguien de diecisiete años -el jóven masajeó sus labios con un poco de frustración.

-Bueno, no tener espejos me quitó toda la vanidad y la tía March me hizo ver que nunca seré un genio, así que abandono todas mis habilidades artísticas -May dijo sura consigo misma.

Un par de ojos verdes Where stories live. Discover now