Capítulo 7

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—Demonios.

—Ajá.

Hubo un silencio reflexivo que fácilmente podría interpretarse por pena. Tremenda y afilada simpatía.

Tras unos segundos para recuperarse, su compañero continuó.

—Entonces, dices que colgaste el teléfono así sin más.

—¿Después de desgarrarme la garganta por gritar? Sí.

—Y fue por eso que...

—Te estoy dando mi nuevo número. —Con una sonrisa cuadrada, Baekhyun no podía lucir menos que un psicópata. Nadie sonreía tan firmemente poco antes de las seis de la mañana.

—Ya que el otro...

—Saqué el chip e hice que el pez mascota del café se lo comiera. —El otro solo parpadeó—. Pude haber roto el teléfono en el momento, pero no soy un idiota.

Kyungsoo levantó las cejas en señal de sorpresa, una de esas pocas señales de que estaba prestando atención y, aunque no lo esperaba y mucho menos lo quería saber, había aguantado la historia de Baekhyun como todo un campeón, quedándose casi una hora extra de guardia solo por cometer el mínimo error de preguntarle por qué no le habían llegado sus mensajes en varios días.

No esperó a que su compañero hiciera algo más, en cuanto pudo tomó el celular del buen conocido Dr. Do, o como las enfermeras les gustaba llamarlo: Dr. Intenso, y se marcó a sí mismo, tratando de recordar poco a poco los nuevos números de su tercer cambio de contacto en los últimos dos meses. Cuando se lo devolvió, el otro seguía allí, con una expresión revuelta entre el cansancio, la curiosidad y ese brillo en sus ojos de oportunidades de investigación.

Tras otro asentimiento, y un Baekhyun todavía sin ducharse ni rasurarse, su compañero hizo una mueca, no estando muy seguro si era por su olor o la situación en general.

—¿El saber esto me compromete con la nación?

Bueno.

—No lo creo.

Asintió.

—Parece que es una mierda grande, amigo. —Lo examinó de arriba hacia abajo—. ¿Estás seguro que no te lo imaginaste?

Quisiera. Realmente sería su deseo más profundo y querido, pero eso mismo se lo había cuestionado tres días atrás, debajo de una pila de ropa sucia que apenas hoy se dio a la tarea de lavar. Era impresionante que jamás en su vida las palabras de una persona le hicieran sentir tan miserable, pero ahí estuvo él: encerrado en su casa, con la mente en blanco e incapaz siquiera de decir una oración coherente por horas.

Hizo lo que cualquier otro adulto responsable de su vida haría: esconderse y pedir comida a domicilio como un maníaco. Podría haberse quedado viviendo así si no fuera porque su cuenta bancaria estaba prácticamente en bancarrota y la comida rápida se le atoraba en los intestinos. Ahora no solo estaba hecho un desastre, sino que estaban sin dinero y con dolor estomacal.

Kyungsoo no hizo más que darle un par de palmaditas en el hombro a manera de terminar su conversación. Las miradas de los otros residentes no pasaron desapercibidas, pasaron de mirarlo con pena a realmente sentir lástima por él. Seguía siendo la comidilla de la institución y sinceramente ya no estaba interesando en hacer nada para cambiar eso, su mente vagaba en esas últimas palabras que atormentaban su cabeza.

Volver. Aquí. Al infierno, en donde tenía que estar postrado en una cama a la espera de su ejecución. Intercambió una mirada consigo mismo en el espejo dentro de su casillero, lucía terrible y su alborotado cabello no tenía solución. Volver. Conmigo. Soltó una risotada gigantesca después de ponerse su bata blanca y un par de estudiantes temblaron a su lado cuando cerró sin medida la puerta, haciendo que el viejo metal chirriara. Estaba mal de la cabeza, absoluta y estúpidamente mal si ese hombre creía que volvería.

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