Capítulo 5

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Usó el teléfono de Park para llamar a emergencias.

La tecnología, en estos casos, era absolutamente vital, además que favorecía el hecho de que no tuviera que usar la contraseña para hacer la llamada. Sonó tan solo dos veces hasta que la operadora contestó y Baekhyun casi pudo escucharla tomarse cuatro segundos enteros para procesar lo que le había dicho. Fue una bizarra mezcla de palabras atropelladas, entre que estaba secuestrado y que había huído, entre que podía ser asesinado y no sabía en dónde se encontraba.

A las tres con treinta y ocho minutos, la operadora había aceptado su caso sin dudar que era una broma telefónica. Podría haber sido el miedo en sus palabras o la manera en que su voz sonaba distorsionada, producto del temblor en todo su cuerpo.

Diez minutos, fue lo que le dijo la Srita. Nam, quien amablemente le había dicho su nombre para simpatizar con él. Una patrulla llegaría ahí en minutos, porque al parecer podían rastrear el teléfono y, totalmente diferente a lo que pensaba, estaba en una zona residencial no muy lejos de su lugar de secuestro. Baekhyun había asentido para sí mismo, tratando de hacerse lo más pequeño mientras se escondía entre una caja grande y una repisa con herramientas en el garaje, siendo el lugar más lejos al que pudo llegar en esa casa.

A las tres con cuarenta y dos, tenía una lámina vieja que había encontrado para esconderse en caso que regresaran. La Srita. Nam le preguntaba su nombre por décima vez, pero por alguna extraña razón no salió de sus labios. Pudo susurrarle su apellido, pero el nombre quedaba borroso como si lo dibujaran en la arena y constantemente una ola lo deshiciera por completo a cada segundo. Le dijo datos sobre él: su edad, en dónde trabajaba, el nombre de su hermano, su color favorito, el lugar en donde desapareció, la escena que lo hizo desaparecer, características de sus captores, todo eso; pero su nombre se atoraba en sus costillas. No salió tan fácilmente porque la ansiedad le entraba de una manera descomunal al punto de querer vomitar.

Vas a estar bien. —La operadora, tan amable—. Están cerca, joven Byun. Por favor, respira conmigo.

Inhala. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Sostiene. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Exhala. Uno. Dos. Tres. Cuatro.

A las tres con cuarenta y seis, escuchó las primeras patrullas. No había ventanas en su posición, pero el sonido era intenso y se acercaban poco a poco. Hubo chirrido de autos, puertas abriéndose y azotando, personas trotando en su dirección justo donde le había dicho a la Srita. Nam que estaba ubicado, si es que desde afuera podría apreciarse su escondite.

Inhala. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Sostiene. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Exhala. Uno. Dos. Tres. Cuatro.

La puerta a su lado tembló con una patada. Baekhyun brincó en su lugar y se hizo más pequeño. Una segunda patada, mucho más fuerte y escandalosa, la resintió en todo su cuerpo indirectamente. Para la tercera, la puerta terminó rota, hubo gente uniformada entrando, con armas largas y cascos, no hubo voces más que movimientos de cabeza y, aunque no parecían ser los hombres quienes le privaron de su libertad, no podía estar seguro tampoco.

Se quedó ahí, quieto, con la voz de la operadora preguntándole si habían llegado, que ya estaba a salvo, que estaría bien.

Con cuidado, un hombre quien se había percatado de su presencia se puso de cuclillas y le retiró la lámina lentamente. Otros dos hombres a su espalda le apuntaron de inmediato y no fue para menos: Baekhyun enderezó el arma en dirección hacia ellos.

—Tranquilo. —El hombre frente a él hizo un ademán con la cabeza, haciendo que los otros bajaran las armas, pero no por completo. Su voz era serena, tan tranquila como si hiciera eso todos los días. Con lentitud se quitó el casco que tenía en la cabeza, un hombre más o menos de su edad le sonrió—. Estamos aquí para ayudarte. Recibimos la llamada de emergencia, Nam es nuestra colega, vas a estar bien.

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